(Trio)
Salí de mi pequeño departamento, hoy tengo una particular cita con una pareja que me contrató personalmente.
De apellido Morgan, Elia es la mujer, joven, de piel clara, ojos azules con una chispa de brillo en ellos y bastante voluptuosa en dónde cada cosa está en su lugar, la conozco desde hace un año cuando fue a mi consultorio y hablábamos de su problema.
En cuanto llego a la enorme casa, casi una mansión, toco el timbre y un hombre alto, de traje negro y cabello negro, muy guapo me abre la puerta.
—Buenas tardes, soy Mariela...— Extiendo mi brazo.
—La terapeuta— El hombre asienta con la cabeza y me recibe de la mano. Luce serio y tenso.
—Sí— Me limito a decir, aunque ni falta hacía, pues no preguntaba.
—Sea bienvenida y pase, la señora la recibirá en un momento— Dijo. Me permitió la entrada y me quedé en la gran sala del piso de abajo delante de unas largas escaleras donde el hombre subió y no sé dejó ver hasta cinco minutos después.
Admiro cada detalle, la pintura, el lujo, todo luce espectacular. Es como una casa de multimillonarios, pero no tan grande como se espera.
—¡Mari!— Me llaman y giro hacia detrás de mi en dónde, Elia me abraza y yo la recibo.
Anda con una blusa bastante reveladora, dónde expone casi sus pezones y se le ve el plano de abdomen y un leggins sin dejar nada a la imaginación.
—¿Cómo estás?— Evito mirar su sexy y espectacular cuerpo.
—Bien, pasa, pasa, mi esposo también te espera— Me encamina hacia arriba en dónde empieza a parlotear, mientras su brazo se recuesta de mi espalda.
La escucho, pero de reojo no puedo dejar de admirarla, es decir, luce como una diosa de carne y hueso, tenemos casi la misma edad y hay una evidente diferencia entre ella y yo. Elia es castaña y extrovertida, yo soy pelinegra, algo reservada y aunque mi cuerpo no está nada mal, es obvio que el de ella es muchísimo mejor.
Por un segundo me percato de que ella me cachó follandomela con la mirada, pero parece que solo fueron ideas mías pues, aunque se hizo un momento de silencio... Ella rió.
Nos detuvimos frente a una puerta en donde pensé que sería su despacho, pero no, es su habitación en dónde ilumina la tarde y todo está ordenado.
—Hola— Sonríe un hombre que sale a lo que supongo es su baño, tiene una franela blanca y un pantalón deportivo, es algo, fuerte y de piel un poco más morena. Es un jodido modelo.
—Mucho gusto— Saludo, sonrojada.
—¿Usted es la terapeuta, verdad?— Inquiere y yo afirmo con la cabeza.
Me siento algo incómoda al estar en una habitación encerrada con ellos dos. Mis servicios no son para este tipo de lugar, así que carraspeando llamando la atención de ambos se los voy hacer saber.
—Yo esperaba que nuestra cita fuera en un despacho, un jardín, acepté esto, porque quería que fuera en un lugar cómodo para ustedes, pero ya aquí es algo...
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Relatos Eróticos [+21]
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