Hanagaki Takemichi era un hombre realmente miserable. Vivía su vida solo por vivirla. Había pasado toda su existencia huyendo de sus problemas y se había convertido en una escoria. Abandonó a su grupo de amigos, a su madre, a su novia, a su mejor y mayor amiga; se forzaba a si mismo a olvidarlos y hacer como si nunca hubieran existido con la excusa de que estarían mejor sin su prescencia, cuando en realidad solo escapaba de sus problemas porque carecía del valor necesario para enfrentarlos. A raíz de un incidente en secundaria se la pasaba disculpándose por todo y no le daba el valor correspondiente a su persona, bueno, si es que tenía de eso. Él lo sabía, pero aún así se obligaba a despertar cada mañana e ir a su puesto de trabajo para ganar dinero y poder seguir comprando su comida.Por todas estas razones no era raro verlo suspirar a las diez de la noche, en medio de las calles de la ciudad mientras caminaba por los barrios más pobres. Había terminado su turno, y como cualquier otro día recogió sus cosas, compró comida rápida en la misma tienda de siempre y se dispuso a marchar rumbo a casa. Vivir tanto allí lo había entrenado, sabía que a partir de la media noche aquel terreno se convertiría en un campo de batalla entre las mafias más importantes de la ciudad, por eso debía apresurarse.
Comenzó a llover...
Takemichi soltó un quejido bajo y guardó su ramen instantáneo en el bolso que solía llevar consigo, no quería que sufriera ningún accidente. Se agachó para abrocharse los cordones —que hasta ahora habían estado sueltos— e hizo el ademán para empezar a correr, mas algo se lo impidió.
Desde la punta del callejón podía ver cómo al final, tirada sobre algunas bolsas de desperdicios cerca de un basurero, había una mujer. Intrigado y preocupado, el hombre se acercó con pasos lentos a la escena solo para describir que era más horrible de lo que imaginó. La fémina era ridículamente hermosa, pero todo lo que tenía su exquisito rostro y maravilloso cuerpo de bello, lo tenía de mal cuidada.
Su piel era pálida como la nieve, y clavada en una vena del brazo tenía una jeringuilla vacía, brazo en el cual tenía un tatuaje un tanto peculiar de dragón. Sus largos cabellos rosa brillante se encontraban sucios y no era de extrañar por el lugar en el que se hallaba la joven. Unas asquerosas ojeras manchaban su divino rostro. Sus labios no eran rojos como los imaginas cuando te encuentras con una princesa como esa, no, aquella joven tenía los labios secos y rotos. Otro dato curioso era que pese a no ser una noche de calor vestía con ropas bastantes reveladoras, a través de las cuales se le podía ver un tatuaje de serpiente que tenía en una pierna.
Takemichi sacó la jeringuilla y la olió, para alguien como él que en su tiempo estuvo estrechamente relacionado con bandas callejeras no fue tan difícil reconocer que se trataba de la famosísima droga "heroína". Había tenido la oportunidad de toparse con ella en otras ocasiones cuando Kiyomasa se hizo un adictivo de mierda. Preocupado por la salud de la joven, lo primero que hizo fue tomarle el pulso, afortunadamente tenía, era lento y pausado, pero había pulso.
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Errores °|Hanagaki Takemichi|° ✓
FanfictionTakemichi regresaba a casa después de una larga jornada de trabajo como cualquier día. Jamás pensó que un simple y casual encuentro con una mujer provocaría una serie de acontecimientos que a cualquiera le parecerían difíciles de creer, pero que par...