PRÓLOGO

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Dejé caer mi trasero sobre los acolchados asientos forrados de cuero justo en el momento en el que las luces del teatro se fueron encendiendo poco a poco para enfocar al escenario. No sabía con certeza que hacía ahí, o en realidad sí, ya que vine por mi mejor amiga Amber que bailará un dúo, pero mis motivaciones para estar en este sitio eran escasas. No me gusta este lugar por motivos propios, me atraía recuerdos los cuales preferiría olvidar y el estar aquí no hacía fácil ese trabajo.

Sin siquiera notarlo me di cuenta de que mi pierna revotaba rápidamente contra el suelo tantas veces que se me eran imposibles de contar, mi labio estaba siendo mordido por mis dientes con tanta fuerza hasta el punto de doler y mis dedos temblorosos tecleaban el teléfono que tenía entre mis manos a una velocidad digna de un récord.

Izabella

¿Dónde mierdas estas?

Nick

Lo siento, Iza. No podre ir esta vez.

Si no solté una risa fue por la incredulidad que sentía en estos momentos. ¿Cómo se atrevía a decirme "esta vez" cuando me ha dejado plantada por tercera vez esta semana? Suspiré mirando el techo del teatro y una pareja a mi lado me sonrió amablemente, le devolví la sonrisa de una forma tan nerviosa que de seguro pareció más una mueca que otra cosa.

Una melodía comenzó a sonar inundando el lugar y yo no lograba controlar el jugueteo de mis manos, ni el movimiento de mis pies cuando el único foco de luz que iluminaba el escenario hizo deslumbrar el cuerpo de una mujer con una falda de ballet, todo su cuerpo pintado de blanco y una mirada de seriedad en su rostro. Sonreí al reconocer a Amber y esta prosiguió a moverse al mismo ritmo de la canción por varios segundos hasta que cayó apropósito al suelo. Todo eso me pareció normal, ya que vi esa rutina muchas veces cuando esta practicaba en mi casa hasta las tantas de la noche como para sorprenderme o preocuparme, lo que sí lo hizo es que en ese mismo instante un hombre hizo acto de presencia abriéndose entre la luminosidad que proyectaba el foco.

Y si les soy sincera no sé a qué se debió, si fue una casualidad o una obra del destino, no sé si él se habrá enterado con el paso del tiempo como en ese mismo minuto mi corazón dejó de latir por un segundo y expulsé todo el aire que contenían mis pulmones, no sé si él noto como una persona en el público se removió de su asiento, agarró su teléfono y comenzó a grabarlo entre tantas personas que hacían lo mismo.

No lo sé, no sé el porqué de mi acción a seguir cada uno de sus movimientos olvidando todo mi alrededor, de notar como cada uno de sus músculos se contraían al danzar con fuerza, de observar su rostro maquillado generar muecas cuando un paso no lo convencía, pero me gustó, me gustó lo que vi, lo que sentí y la emoción que oprimió mi pecho.

Quizás esa fue la primera señal de advertencia que me dio la vida y el universo, quizás, solo quizás, esa era la indicación a no seguir por este camino. ¿Lo elegí? Si, y oh dios, cuanto me alegraba de haberlo hecho.

Ya que, si no, nunca hubiera podido conocer al increíble Oliver Hossler.

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