Miedo.

33 0 0
                                    

Estaba atada. Atada a él. Pase de no haberle visto en cuatro días a verle siempre, estaba en todos lados como si me observase. Y el problema era, que eso me gustaba, necesitaba tenerle cerca, necesitaba su presencia. Y odiaba tener que darle la razón, porque sabía que ya no podía quitármelo de la cabeza. 

Como siempre, al día siguiente cuando vino a buscar a mi prima, no objetó nada sobre lo que había dicho ayer en la noche contra mi puerta. Simplemente ignoró mi existencia y yo, como es lógico, hice lo mismo decidí ignorarle así al menos podría sacármelo de la cabeza. Pero no fue precisamente como predije, ya que el resto del día estuve preguntándome el por qué de su actitud tan bipolar. 

Estaba en el Jeep de mi padre, me lo había prestado para no tener que ir al trabajo caminando. Y es que sí, he conseguido un trabajo, quiero mi propio dinero y hacerme algo más independiente, además quería estar ocupada con algo para no poder así prestarle atención a Tyler. 

-¡Bienvenida Moana! Este es tu uniforme- dijo mi jefa entregándome un paquete en la mano- Ve atrás, allí encontraras el vestuario, y a tus compañeras nuevas. - adjuntó sonriéndome amable. 

-Hola! Está bien gracias- dije sonriendo y asintiendo nerviosa a la vez. 

El trabajo era de camarera en una cafetería muy famosa, las camareras debíamos actuar, ya que era temática. Cada semana tenía una diferente. Y ahí estaba yo parada en la barra esperando a algún cliente para mí, vestida del conejo del tiempo de "Alicia en el País de las Maravillas". Cuando de repente la voz de mi jefa, despertó mi sed de movimiento. 

-¡Mo, cariño! ¡Mesa 7, andando!- gritó desde la cocina. 

-¡Voy!- avisé y luego me preparé a mi misma diciéndome mentalmente: - Allá vamos. 

Caminé hacia la mesa sin mirar aún a mis futuros clientes, cuando escuché una gran carcajada. Levante la cabeza con lentitud, rodando los ojos notando el por qué de la risa. Pero me encontré con mi odiosa prima, que fue peor todavía. 

-Dios, ¿qué haces aquí, no tienes otra cosa que hacer?- pregunté molesta. 

-Vine con Tyler a comer, insistió en venir, dice que se come muy bien- cuando oí su nombre directamente volteé a verle, escuchando mientras lo que Silver decía. Al girarme me encontré con un Tyler rojo, aguantándose la risa, con la mano en sus labios, intentando no soltar una carcajada hasta que se calmó.- A veces es tan niño y tan tierno, no sabía que te gustaban las películas tanto como para venir aquí.- dijo coqueta sentándose en el regazo de Tyler y mirándome divertida con la misma. 

-Sí, es un cielo. - le miré furiosa, con mis ojos entrecerrados de la rabia. Más tarde tendría que tomar clases de autocontrol. 

-¿Qué tal estas, Moana?- dijo él con una sonrisa autosuficiente, una sonrisa molesta, que me irritaba, que odiaba, pero que me derretía. 

-Eres un gil...- conté hasta diez mentalmente y me relajé- Lo siento, ¿qué van a pedir?-  sonreí falsamente y él torció su sonrisa mirándome fríamente, analizando como acababa de reaccionar ante su pregunta. Él esperaba que me saliera de mis casillas, pero no. Si quería jugar, jugaríamos.  

Cuando pidieron, lleve el pedido a la cocina. Mientras observaba sus expresiones, sus muecas, sus risas, observaba todo de él con detenimiento. Me entregaron la comida de mi mesa y me dirigí hacia allí cautelosamente con la cabeza gacha. Silver no estaba, asique conteniéndome las ganas de soltarle los mil pensamientos que me estaba guardando, puse los platos sobre la mesa y me di media vuelta para marcharme a pesar de su constante mirada sobre mi cuerpo mientras ordenaba todo sobre la mesa.  

-Espera nena...- dijo con pesadez en sus palabras, agarrándome la muñeca derecha con fuerza haciéndome voltear. 

-¿qué jodidos quieres, Tyler?- espeté a tan solo centímetros de su cara. 

Mi Más Dulce InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora