Todo se esperaba Alicia Sierra, incluso parir en medio de la sabana con los monos, pero parir siendo ayudada por el Profesor, el croata y Logroño, pues eso no se lo esperaba. La situación había sido bastante tragicómica, ella moriéndose de dolor por las contracciones y sus 'presas' mirando la escena, mientras que el Banco de España explotaba y la suerte de todos se estaba decidiendo en esos momentos. Pero la verdad era que Alicia no se veía pariendo en un hospital, con las matronas diciéndole lo que tenía que hacer, porque estaba consciente de que las habría mandado a la mierda sin problemas. Y además la idea de quedarse en un hospital sin su marido la habría reventado. Todo tenía un limite y Alicia Sierra no era tan famosa por su paciencia.
Justo en eso pensaba mientras corría por la carretera, tratando de alejarse lo más posible de Marsella y del Profesor. Los tres habían salido del estanque de tormentas juntos y cada uno había tomado un coche diferente para despistar a la policía, que seguro habría descubierto el escondite en poco tiempo. Los coches estaban dotados de videocámara para comunicar, pero no pasó mucho hasta que Alicia los traicionó y los despistó, corriendo como la loca mientras trataba de calmar a su hija que lloraba desesperada. Quizás si un día Victoria hubiera conseguido ir a Paris en un caballito gris...
Después de una media hora huyendo, llegaron al centro de Madrid, a una casa de la madre de Alicia, muerta hace tiempo, utilizada sólo en casos particulares y extremos. Nadie sabía de la existencia de esa casa, porque se creía que estaba abandonada.
La ex inspectora bajó del coche, cogió la sillita de la niña y un par de cosas suyas y entró. El edificio no tenía ascensor, así que tuvo que subir cuatro plantas andando.
Al entrar en esa casa se sintió perdida, porque estaba sola, con una bebé recién nacida, y nostálgica, porque todas las personas que ese lugar le recordaba estaban muertas. Pero no tenía tiempo para eso: era necesario pensar en un plan de emergencia, para salir viva de esa situación.
Victoria por unos segundos había dejado de llorar, como si el movimiento de su madre subiendo las escaleras, la hubiese calmado. Pero de repente empezó otra vez, más fuerte, rompiendo el silencio tumbal de esa casa tan vacía y solitaria.
Alicia se acercó a ella, la sujetó y le dio un besito en la frente.
"Shhh, amor, tranquila. Ahora estamos en casa, estamos a salvo" murmuró con voz soave, abrazándola dulcemente y protegiéndole la cabecita. Victoria extendió el bracito y la madre tomó su mano, dándole un beso y cerrando los ojos. Luego empezó a balancearse delicadamente y a moverse por la habitación, para que la niña se pusiera a dormir. Y después se puso a cantar: las mismas canciones de cuna que le cantaba su madre cuando era chiquita.
La situación de bienestar de ese momento era impagable, aunque transitoria. Alicia estaba cansada, amargada, se sentía muy sola y no paraba de pensar en el futuro de su niña. Una niña recién nacida, en compañía de una ex policía un poco desesperada, pero con muchas ganas de salir adelante, ganadora y de vivir tranquila el resto de su vida. Su preocupación era enorme, pero necesitaba un plan concreto con una organización impecable para no perderlo todo.
Mientras pensaba en eso, Alicia se paró, recordándose de que la niña tenía que comer. Así que se sentó en una silla ahí cerca, se bajó la parte de arriba del vestido y empezó a amamantar a la pequeña. En cuanto la niña entendió la situación, agarró el pecho de la madre y empezó a chupar la leche con mucha voracidad. Al parecer la huida le había provocado hambre.
"Ay... despacito, cariño" murmuró Alicia, emitiendo sonidos de dolor. "Venga, que no tengo tetas de silicona". Victoria la miró en los ojos, un poco decepcionada; luego volvió a concentrarse en tomar la leche.
Aunque doliese bastante, era tan bonito ver a su hija así agarrada a su pecho, inconsciente de todo lo que estaba pasado alrededor y de cuanto la madre estaba jodida. Alicia, en contra, sabía que pronto iban a descubrir su escondite y, quizás, separarla de su hija, ponerla delante de un juez y encerrarla dentro de una cárcel por quien sabe cuantos años. Y dar en adopción a la niña, a la criatura que había llevado dentro por nueve meses y que en principio no quería. Siempre había pensado que era un embarazo no esperado, tampoco querido, pero ahora la sola idea de quedarse sin ella la destrozaba por dentro, le provocaba amargura, tristeza. No tenía que perder a su niña, no podía perderla.
Victoria era tan pequeña e inocente, sin culpa, con una madre en busca y captura, sin padre y sin familia. Y Alicia estaba plenamente consciente de que no podía huir todo el rato o esconderse para siempre. Estaba más jodida que nunca y lo sabía perfectamente.
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El amor de una madre
FanfictionAlicia huye del Profesor y de Marsella en compañía de Victoria y se protege en una casa. Ahí decidirá el futuro suyo y de su hija, enfrentándose a situaciones peligrosas y a enemigos.