Habían pasado dos horas desde su llegada a la casa y Alicia no había parado ni un segundo de pensar, mientras que la niña descansaba tranquila en la cuna, envuelta en ese monito rosa que Marsella le había comprado unas horas antes. Era un amor, así pequeñita e inocente, inconsciente de todo. Alicia, en contra, no obstante fuese muy cansada y todavía llena de dolor por el parto, no podía relajarse: la situación requería mente lucida y rapidez. Y por cuanto pensase en un plan para escaparse de esa casa, todo era muy difícil... huir de Marsella y del Profesor había sido una decisión que tomó instintivamente y que le estaba costando bastante cara.
Estaba tan concentrada en sus pensamientos que ni se dio cuenta de que la niña había empezado a llorar. Un grito muy fuerte se expandió por toda la habitación, resonando dentro de las paredes de esa casa antigua. Alicia levantó despacio la cabeza y después los ojos, actuando como un autómata, se levantó y se acercó a la cuna. La cara de la niña se había vuelto roja por los nervios y las piernitas se le movían con mucha energía; Alicia sonrió débilmente, luego la cogió en brazos y le dio un besito en la cabeza. Era tan pequeña que tenía miedo de hacerle daño.
Al sentir el olor y el tacto de la madre, Victoria se calmó y apretó su cuerpecito a ella. Luego Alicia se puso a balancear otra vez, adelante y detrás, por la izquierda y por la derecha, con una delicadez impresionante. "Victoria fue a Paris, en un caballito gris..." cantó con un tono de voz muy bajo, intentando dormirla.
Pero el entusiasmo de la canción se le fue muy rapido. suspiró: sus grandes ojos azules se le veían muy preocupados y ella empezaba a sentir el peso de todas sus acciones.
"Qué hago, Victoria? Cómo puedo salir de esta situación?" preguntó a la niña como si pudiese aconsejarla de alguna manera. "Porque si salimos de aquí, nos descubren y si nos quedamos, nos descubren" otro suspiro "estamos súper jodidas."
Después de unos momentos, la hija emitió un sonido agudo y movió los bracitos. "Sí, lo sé, cariño, pero es complicado" contestó Alicia. "Tampoco tenemos algo para comer... qué hago? Salgo a la calle y te dejo aquí? No, no puedo. Joder, qué situación...". El ansiedad se estaba apropiando de ella. El miedo que tenía era mucho, no tanto por sí misma, sino por esa criatura.
"Qué hago, Victoria?" repitió. De repente los ojos se le inundaron de lagrimas y empezó a sollozar: no debía haber escapado de esa manera; tenía que haberse quedado con el Profesor y Marsella. Ellos tenían un plan, ella solo tenia una bebé y muchas ganas de que esa pesadilla se acabase pronto. Además cuando estaba embarazada, todo era más fácil, pero con una bebé al lado no podía hacer mucho. Tenía una pistola, eso sí, pero no era suficiente. Necesitaba lucidez mental.
Victoria, percibiendo la mamá nerviosa, se echó a llorar fuerte, como si sus emociones dependieran de esas de Alicia. "Shhh... que no pasa nada, mi amor, tranquilita" susurró la madre, dejando de llorar y respirando hondo.
"Venga, a dormir" dijo unos segundos después, empezando a arrullar a la niña, que en muy poco se quedó dormida. La colocó en la cuna, despacio para que no se despertase.
Después, salió de la habitación y fue al baño, puso el agua fría, congelada y se mojó la cara. Se miró al espejo: una coleta y un flequillo rojos, dos grandes ojos azules, muchas pecas; el collar y los pendientes de oro que Germán le había regalado para su aniversario de matrimonio el año pasado, cuando todavía estaba vivo y todo parecía ir bien.
Cuando era pequeña y joven siempre se había imaginado policía, inspectora, quizás casada y en Madrid y al final acabó viuda, madre de una hija recién nacida pero con perspectivas de vida muy bajas y escapándose de las personas que creía la iban a proteger. Un auténtico final de mierda.
Pero Alicia Sierra, la Inspectora Alicia Sierra, no era el tipo de persona que se rendía delante del primer obstáculo. Tampoco delante del segundo o del tercero. Tenía que fugarse de esa casa o por lo menos quedarse hasta el día siguiente y pensar en un plan eficaz, para acabar con esa situación lo antes posible.
Animada, suspiró pesadamente y salió del baño. Había pasado casi quince minutos ahí dentro, inconsciente de todo lo que estaba pasando alrededor, total Victoria permanecía dormida.
Entró en el salón donde descansaba la niña, impaciente de verla. Luego se acercó a la cuna, que estaba de espaldas a la puerta, se inclinó hacia ella y se quedó helada. No estaba, Victoria no estaba en su cuna. Alguien había entrado.
Casi se le paró la respiración cuando se dio cuenta de que la niña no estaba ahí dentro y arriesgó un desmayo al sentir que no estaba sola.
"Hola Alicia" una voz masculina, profunda, calma y muy cercana interrumpió ese silencio asfixiante. Ya Alicia no respiraba más; empezó a temblar, aunque no lo diese a ver. Conocía esa voz y no dejaba presagiar nada de bueno. Se giró muy despacio hacia el hombre y lo miró por primera vez en la cara, después de tanto tiempo.
Había pasado tanto tiempo esperando que al final la habían encontrado. Y tenían a su hija. Ahora sí que estaba realmente jodida.
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El amor de una madre
FanfictionAlicia huye del Profesor y de Marsella en compañía de Victoria y se protege en una casa. Ahí decidirá el futuro suyo y de su hija, enfrentándose a situaciones peligrosas y a enemigos.