Capítulo 3: Elizabeth.

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Jace

Recibí el dinero que me ofreció la señora y le agradecí para luego guardarlo en mi bolsillo sin ni siquiera contarlo y continúe con los dos últimos clientes que quedaban antes de ser remplazado por Christina.

Hay gente que nunca entendería porque prefería trabajar tan solo un par de horas como empaquetador que tener un trabajo más formal como un mesero, vendedor o algo por el estilo, pero esas personas no se daban cuenta de que aquí podías ganar mucho más si estabas ubicado en el supermercado correcto, trabajando mucho menos que en otros lugares. Aquí no existe un sueldo, dependes de la gratitud de las personas y aunque es cierto que a veces puedes tener un mal día, la mayoría de las veces es todo lo contrario y es por eso que tanta gente de mi edad y en mi misma situación peleaban por poder tener un puesto de trabajo aquí y también es por eso que no planeo irme de aquí hasta que logremos vender la casa y cumplir el sueño que mi abuela y yo compartimos; empezar de nuevo en un lugar mejor.

Una vez que Christina toma mi lugar salgo y me siento en la acera frente al supermercado a contar dos veces las monedas y luego cambiarlas en un pequeño negocio por billetes al igual que hago siempre, ya que es mucho más cómodo guardar el dinero en mi billetera que ir con los bolsillos llenos de pesadas monedas.

Di un par de vueltas a los alrededores porque no quería ir de inmediato a casa pero me distraje tanto que faltaban un par de minutos para nueve, en otras palabras un par de minutos para que la mayoría de los negocios cierre, cuando recordé que mi abuela me había encargado un par de cosas así que corrí al negocio más cercano que conocía y por suerte alcancé a comprar todo lo que necesitaba. Aún quedaba un largo camino a casa y estaba oscureciendo rápidamente pero seguí caminando al mismo ritmo relajado ya que conocía cada barrio de esta ciudad como a la palma de mi mano y había aprendido desde pequeño a defenderme así que era casi imposible para mí perderme o ser asaltado por algún idiota. Ya estaba a tan solo dos cuadras de casa cuando una escena bastante peculiar me detuvo por completo, no es que no hubiera presenciado un asalto antes pero nunca antes había visto a alguien luchar contra eso como si no le temiera a nada.

Era una chica y no parecía tener más de dieciséis años pero la forma en que tiraba de su mochila e intentaba pegarle patadas a ese tipo era admirable aunque no muy inteligente.

Fue en el momento en el que vislumbre el brillo de una navaja cuando decidí que era momento de intervenir. Me lancé en contra de Joshua, apartando a la chica a un lado y dejando un golpe en su mandíbula lo cual hizo que por un momento ambos soltaran la mochila por la cual habían estado luchando. Me devolvió cada golpe que le di con la misma fuerza pero de pronto se escabullo de mi alcance y todo ocurrió demasiado rápido como para alcanzar a notarlo antes de ocurriera. Había estado justo frente a mí y de un momento a otra había desaparecido y escuche algo parecido a un grito junto con el correr del idiota, rápidamente me acerqué a la chica la cual respondió retrocediendo hasta quedar contra una pared sosteniendo y apretando una mano contra la otra.

No era exactamente pequeña pero aún así era al menos media cabeza más baja que yo y a diferencia de hace un par de minutos, se veía asustada, aunque seguía emanando la misma belleza.

- ¿Estás bien?

- Mi mochila... la necesito - una gota de sangre cayó desde su mano

- Déjame ver tu mano - parecía imposible pero se apretó aun más contra la pared - Tranquila, no soy como él. Voy a ayudarte a recuperar tus cosas pero no puedo dejarte aquí sangrando. - se acercó a mi y extendió su mano izquierda, usándola al mismo tiempo para dejar una distancia entre nosotros. - ¿Cómo te llamas? - abrió su boca pero permaneció en silencio, como si hubiera olvidado su propio nombre.

Herederos (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora