La densa oscuridad de la noche cubría Valencia.
El viejo edificio parecía revelarse contra esa oscuridad con su imponente presencia. Se podía observar su interior a través de unos grandes ventanales y unos cuántos estudiantes iban andando de un lugar a otro con libros en la mano. De entre todas aquellas personas destacaba una chica que estaba medio recostada en una mesa, ojeando un par de libros al mismo tiempo. Se trataba de Abbie, la chica más inteligente de la universidad. Todo el mundo la conocía porque solía salir siempre de la biblioteca a altas horas de la madrugada.
Aquel día había algo diferente en el ambiente que no le gustó. Lo notó cuando dio los primeros pasos en la calle. Hacía mucho frío para ser mediados de octubre. Demasiado. Se encontraba en una de las zonas más antiguas de la ciudad y en el aire flotaba algo tenebroso.
Cuando se dirigía a la estación de metro se dio cuenta de que un hombre la seguía. Abbie le miró inquieta y asustada.
-¡Dame todo lo que tengas, niña!
-No tengo nada -respondió ella con un hilo de voz.
El extraño personaje se movió con torpeza, dejando claro que debía haberse metido un chute de cualquier porquería no hacía mucho.
Abbie miró a su alrededor buscando ayuda pero no había nadie que pudiera socorrerla. El lugar estaba especialmente solitario aquella noche, como si alguien se hubiera tomado la molestia de preparar el escenario perfecto para lo que estaba a punto de ocurrir.
Volvió a mirar las marcadas facciones del hombre mientras, nerviosa, se acomodaba las gafas con su dedo tembloroso. Él aprovechó para cogerla del brazo y farfulló unas cuantas palabras ininteligibles.
-Déjeme en paz... -le pidió la chica.
El hombre hizo caso omiso a sus ruegos y siguió intimidándola mientras la cogía por los hombros y comenzaba a zarandearla al tiempo que le exigía algo de dinero. A Abbie se le cayeron las gafas al suelo y, cabizbaja y muerta de miedo, comenzó a llorar.
-¡Venga viejo, deja a la pava tranquila! -se escuchó en medio de la oscuridad.
El hombre se giró y se quedó observando la silueta de un chico. Abbie le imitó pero apenas pudo distinguir su cara. Lo único que vio es la forma de una guitarra colgada a sus espaldas. Pero lo que más le llamó la atención fue que aquella voz le era conocida, muy conocida.
-¿A quién llamas viejo? Esto no es asunto tuyo, garrapata -respondió el drogadicto mientras se tambaleaba y se cogía con más fuerza a Abbie para no caer.
El chico se acercó con chulería mientras se carcajeaba, y de un solo puñetazo derribó al hombre, que quedó inconsciente en el suelo. Inmediatamente, se puso frente a ella, y sin un ápice de nerviosismo, agregó:
-Dame todo lo que tengas...
-No tengo nada -insistió Abbie con sequedad. Por algún motivo que desconocía, no le daba miedo enfrentarse a su nuevo atacante, pero le pareció increíble que el joven hubiera reducido a su atacante para después poderla atracar sin complicaciones.
-Pues de alguna manera tendrás que recompensarme por haberte salvado...
Abbie reaccionó enseguida y se cubrió su cuerpo escandalizada, temiéndose lo peor.
El chico se quedó perplejo, y al poco tiempo estalló a risotadas:
-¿Hablas en serio? ¿Crees que eso sería una recompensa o más bien una tortura? -contestó, divertido, observando el aspecto de la chica.
La miró detalladamente, con intensidad: el cabello castaño recogido en dos tontas trenzas, el rostro ovalado con un gran flequillo recto, los pequeños ojos entreabiertos que, sin gafas, todavía hacían más fea a aquella chica. Los labios fruncidos que se debatían entre la curiosidad y la inquietud. Y un físico nada especial, con una vestimenta que no dejaba al descubierto más de un centímetro de piel de lo permitido.
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Pedazos de ti
Romance"No, juré que no me acercaría a él. Devil es el chico más peligroso de toda la ciudad, y ahora, le debo una, una enorme. Oh no, no puedo creer que la última persona con la que quería tener algo que ver, vaya a controlar mi vida de ahora en adelante...