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Atrás de una montañas se podían observar unas altas pirámides con grandes adornos de oro siendo el centro de una ciudad de gran tamaño y riquezas, esto último era más que visible por las grandes estatuas doradas representando a sus dioses que atravesaban el enorme lugar que a pesar de estar ubicado en un desierto, tenía al lado un gran rio con aguas cristalinas mientras que las palmeras se encargaban de adornar los alrededores. Las nubes eran escasas dejando entrar grandes rayos de luz de parte del sol dando al parecer lo que sería un día lleno de tranquilidad.

Bueno, no para el faraón.

En la pirámide más grande de Egipto se encontraba un chico de cabellos negros teniendo una conversación más que importante con su padre.

— Necesitas a un omega. — Dijo de pronto.

— Eso ya lo sé, pero desde que me nombraste faraón no he tenido tiempo padre. — Tobio se sentó en un sofá con adornos dorados comiendo uvas que había en un plato cerca mientras que uno de sus muchos sirvientes le agitaba lentamente una especie de abanico de gran tamaño dándole mayor comodidad a su amo. — Pero no te preocupes, he estado pensando en hacer una fiesta en busca de una compañía que planeo que sea para siempre.

El mayor vio a su hijo mientras pensaba en su propuesta, una fiesta no le parecía mala idea, después de todo Egipto estaba en su mejor tiempo económico.

— De acuerdo. — Respondió. —¿Has estado pensando en algo en específico? — Preguntó intrigado.

— No en realidad, solo deseo que tenga buen cuerpo y así poder darme herederos de manera más sencilla. — Habló sin interés mientras se metía otra uva de color verde a la boca.

Su padre tomó asiento al frente del faraón para tomar relajo.

— ¿Entonces invitarás a todos los omegas solteros de Egipto?

— Supongo, no me interesa si tiene riquezas o no, eso es lo de menos. — Respondió con seguridad. —Igual, Egipto necesita un heredero, necesita sentirse seguro sobre mi linaje y eso le daré.

— ¿Y cómo esperas elegir al indicado?

El joven faraón paró de masticar la fruta, en eso no había pensado.

¿Qué pasaría si muchos omegas tenían cuerpos saludables y hermosos? ¿A cuál de ellos elegiría?

Se quedó pensando unos segundos, hasta que una idea se le cruzó por la mente. Su omega no solo tenía que tener un cuerpo digno de admirarse, sino también tenía que manejar bien el arte de la danza. Claro, eso le parecía bien. Su futura compañía tenía que saber moverse bien, y no solo en el baile...

— Hagamos un espectáculo.

Su padre se quedó anonadado con las palabras.

¿A qué se refería esta vez?

— ¿Un espectáculo?

— ¡Si! — Se levantó de su cómodo sofá y camino al rededor de su padre con lentitud. — Cada omega que venga a la fiesta, tendrá que hacer una baile y el que más me guste será el elegido.

— Pero hijo mío ¿No crees que hay muchos omegas en Egipto? La fiesta tardaría horas incluso días si esperas que cada uno se presente ante ti.

En eso tenía razón, las cifras eran muy largas y no quería malgastar su tiempo, tenía más trabajo que hacer, pero tal vez tenía una "Solución".

— Decapitaré al que falle, de esa manera las cifras se reducirán.

Un baile para ser la pareja del faraón no sonaba mal, al contrario, le agradaba ya que eso significaba a la vez un gran entretenimiento a todos los invitados, ignorando el hecho de muchas muertes se verían ese día.

Saki Saki - KagehinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora