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"Es la historia de un amor como no hay otro igual, que me hizo comprender todo el bien, todo el mal; que le dio luz a mi vida... Apagándola después. ¡Ay que vida tan oscura! Sin tu amor no viviré."
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Los años pasaron lentamente. Rita siguió con su vida, disfrutando del éxito de su primer disco, disfrutando de su trabajo, disfrutando de sus nuevas amistades. Pero el recuerdo de Zulema seguía presente en su memoria cada día.
El día que se cumplieron seis años de la marcha de Zulema recibió un paquete. Un paquete viejo, gastado, de un color amarillento y manchas que hacían sospechar que había viajado bastante.
Se lo entregó su vecina, pues el cartero lo había dejado frente a su puerta por error.
Lo pasó de una mano a otra mientras se preguntaba qué podría ser. No recordaba haber pedido nada por internet, y tampoco esperaba que ninguno de sus amigos le enviaran nada.
Caminó hasta la cocina para coger unas tijeras antes de dirigirse hacia su habitación, donde se dejó caer en la cama para abrir aquel paquete más cómodamente.
Con calma fue cortando las cintas hasta que el contenido cayó sobre la colcha. Había un pequeño paquete cuadrado y un sobre. Dejó el pequeño paquete a un lado para abrir el sobre con los dedos. Lo primero que cayó cuando lo volteó fue una tarjeta de crédito seguida de una nota.
Con el ceño fruncido la desdobló para leer su interior. Lo único que encontró allí escrito fue una serie de números y letras. Una cuenta bancaria.
- ¿Pero quién me manda el nombre de una cuenta? – se preguntó a sí misma sin ser capaz de adivinarlo. Su mirada viajó hacia la tarjeta y observó que esta tenía un pequeño papel pegado sobre la parte trasera, donde había escrito un código de cuatro cifras. El código pin.
Aunque no quería hacerse muchas ilusiones una parte de ella le decía que aquello tenía algo que ver con Zulema, aunque le extrañaba. Habían pasado ya seis años, ¿por qué razón iban a llegar estas cosas ahora?
Dejó la carta a un lado para coger el paquete cuadrado. Lo desenvolvió con cautela para encontrarse con una cajita. Antes de abrirlo ya supo qué era lo que se iba a encontrar.
Lo abrió con manos ligeramente temblorosas para encontrarse con el anillo que Zulema había perdido la primera noche que se habían encontrado en el club. La noche que la había visto por primera vez.
Ante la nube de recuerdos que la invadió sus ojos se llenaron inevitablemente de lágrimas a medida que una sensación de angustia crecía en su pecho. Con el paso de los meses creía haber aprendido a sobrellevar la pérdida, pero estaba claro que no era así. En absoluto. En un movimiento mecánico colocó la joya sobre su dedo índice, alejando la mano para observarla. Al verla ahí, en su dedo, sonrió. Ahora ella también tenía un recuerdo de Zulema.
