Mis placeres físicos estaban cubiertos, sexo no me faltaba, pero lloraba por dentro.
Llevaba años perdido y vacío.
Necesitaba esa sensación de meterme en la cama y abrazar a la misma mujer.
Sentir el mismo cuerpo, olor y calor, todos los días.
Esa seguridad que todo varón necesita tener, cómo cuando se encontraba en el útero de su madre.
Somos tan cobardes...