Prefacio

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10 meses antes...

Sonríe Bell, vamos, estás en un momento feliz — Mi madre sostenía la cámara Polaroid entre sus manos, apuntando directamente hacia mi.

Esas palabras que había escuchado tantas veces en mi vida se repetían una vez más.

El baile no era algo que me hacía especial ilusión pero no podía negarme a ir, Lou es una obsesa de estas cosas, además de que Axel Douglas y Nathan Benet, dos de los chicos más guapos del instituto nos habían invitado a ir con ellos, por lo que era imposible negarme.

El baile de Invierno es una excusa para que los adolescentes se emborrachen a escondidas en la cancha de fútbol y de que muchas chicas puedan perder su virginidad en la parte trasera del coche del padre de su acompañante.

Algo realmente desagradable.

— Ven aquí — Mi mejor amiga colocó su brazo sobre mis hombros y acercó su rostro al mío, sonriendo y provocando que yo también lo hiciera. El flash de la cámara me aturdió un poco, por lo que mi madre soltó una carcajada ante mi gesto de confusión — Eres un cuadro de persona — canturrea Louane.

— ¿En serio? ¿Yo soy un cuadro? Pero si tú eres la que acosa a Nathan Benet desde quinto de primaria — me carcajeo mientras esta rueda los ojos.

Sé que le molesta que le diga eso.

— Y ahora él y su amigo guapísimo van a llevarnos al baile de Invierno así que ya podrías cerrar esa boquita tan bonita que tienes — habla con autosuficiencia y le saco la lengua de forma burlona.

Lou había insistido en que nos vistiéramos a juego por lo que me había arrastrado por toda la ciudad en busca del vestido perfecto. Al final mi mejor amiga se empeñó en que compráramos unos vestidos rojos a juego, estaba obsesionada con que el rojo dejaría a cualquiera embobado.

"El rojo significa fuerza" me dijo.

Ella al ser más delgada que yo prefirió algo más holgado, mientras que para mi eligió un vestido pegado para "resaltar" mis curvas.

Pasar de un chándal a algo con lo que en cualquier momento se me puede ver el alma, es un poco claustrofóbico.

El timbre sonó y la castaña y yo nos miramos la una a la otra con complicidad, al fin y al cabo nuestro penúltimo baile de invierno había llegado.

Caminamos de la mano hasta la entrada y observamos como mi madre le abría la puerta a Nathan y Axel nos esperaban con unos ramilletes de rosas blancas. Estos sonríen ampliamente al vernos.

Se ven realmente calientes con esos trajes.

— Bien, quiero a mi hija en casa a las doce, nada de drogas, nada de alcohol y solo quiero que sepáis que si alguno le pone una mano encima, tengo un revólver de calibre 38 y una pala — escucho la voz de papá a mis espaldas, por lo que me doy la vuelta rápidamente y abro los ojos exageradamente para que arregle lo que acaba de decir — Oh sí y... pásenlo bien y esas cosas que dicen los padres normales.

Cierro los ojos con fuerza por la vergüenza mientras siento la risa de mi mejor amiga a mi lado.

El camino hacia el baile fue realmente divertido.

Los chicos no paraban de cantar canciones de Madonna a todo pulmón para hacernos reír.

Fue una noche genial.

Cuando llegamos al baile estuvimos bailando durante horas, me lo estaba pasando tan bien que el tiempo pasaba de forma rápida.

Por fin me sentía bien en el instituto.

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