°←Cuando Hope acompaña a su prima y a la pequeña Vampira a Volterra, no esperaba encontrar a su compañero en el ex-novio de Bella.→°
(Edward Cullen x Oc)
(Luna Nueva)
(Solo Hope Swan me pertenece)
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—Está bien, hablemos —dijo y sonó más valiente de lo que ella se sentía.
Inspiró profundamente.
—Bella, nos vamos.
Ella también inspiró profundamente. Era una opción aceptable, y pensó que ya estaba preparada, pero debía preguntarlo:
—¿Por qué ahora? Otro año...
—Bella, ha llegado el momento. De todos modos, ¿cuánto tiempo más podemos quedarnos en Forks? Carlisle apenas puede pasar por un treintañero y actualmente dice que tiene treinta y tres. Por mucho que queramos, pronto tendremos que empezar en otro lugar.
Su respuesta la confundió. Ella había pensado que el asunto de la marcha tenía que ver con dejar a su familia vivir en paz. ¿Por qué debían irse si ellos se marchaban también? Lo miró en un intento de entender lo que le quería decir.
Le devolvió la mirada con frialdad.
Con un acceso de náuseas, comprendío que le había malinterpretado.
—Cuando dices nosotros... —susurró.
—Me refiero a mí y a mi familia.
Cada palabra sonó separada y clara.
Sacudío la cabeza de un lado a otro mecánicamente, intentando aclararse. Esperó sin mostrar ningún signo de impaciencia. Le llevó unos minutos volver a estar en condiciones de hablar.
—Vale —dijo—. Voy contigo.
—No puedes, Bella. El lugar adonde vamos... no es apropiado para ti.
—El sitio apropiado para mí es aquel en el que tú estés.
—No te convengo, Bella.
—No seas ridículo —quiso sonar enfadada, pero sólo consiguio parecer suplicante—. Eres lo mejor que me ha pasado en la vida.
—Mi mundo no es para ti —repuso con tristeza.
—¡Lo que ha ocurrido con Jasper no ha sido nada, Edward, nada!
—Tienes razón —concedió él—. Era exactamente lo que se podía esperar.
—¡Lo prometiste! Me prometiste en Phoenix que siempre permanecerías...
—Siempre que fuera bueno para ti —la interrumpió para rectificarle.
—¡No! ¿Esto tiene que ver con mi alma, no? —gritó, furiosa, mientras las palabras explotaban dentro de ella, aunque a pesar de todo seguían sonando como una súplica—. Carlisle me habló de eso y a mí no me importa, Edward. ¡No me importa! Puedes llevarte mi alma, porque no la quiero sin ti, ¡ya es tuya!
Respiró hondo una vez más y clavó la mirada ausente en el suelo durante un buen rato. Torció levemente los labios. Cuando levantó los ojos, le parecieron diferentes, mucho más duros, como si el oro líquido se hubiese congelado y vuelto sólido.
