Narrador Omnisciente
Tobías es un chico de 6 años que acaba de entrar por primera vez a una iglesia, estaba algo sorprendido, ya que nunca había visto algo así en persona, pero tampoco tanto, por el hecho de que sus padres le habían hablado de como era y el porqué ellos la iban a construir y al fin pasó.
Sus padres sonreían, Tobías sonreía, porque a fin de cuentas él es un niño, y una de las cosas que hacen sonreír a un niño es ver a sus padres felices, amándose y abrazándolo mientras tienen una sonrisa de orgullo en sus rostros. Tobías quería que algún día sus queridos padres tuvieran una sonrisa igual o más grande para él, algún día, algún día…
Lástima que las cosas no serían tan fácil, puesto que dos meses después, en su primer día de escuela, Tobías conocería a Marcos, su compañero de banco.
Y solo le bastó dos semanas para “caer en la tentación”. «Él es amable conmigo y los demás, me cuidó de unos chicos que me molestaban, me ayudó con la tarea y a hacer actividades, también tiene una muy linda sonrisa, su cabello está muy bien peinado, tiene unos tiernos hoyuelos, y hermosos ojos verdes» pensaba Tobías.
Él no lo sabía aún, pero a los ojos de su familia él estaba cayendo, y cayendo en un abismo profundo y oscuro del cual le costaría años salir.
Si es que contaba con la fuerza y la voluntad para hacerlo.
Tobías se acercó a la amiga de su mamá, sus padres le habían pedido a ella que lo cuidara hasta que ellos volvieran de la iglesia. Y tanto que le hablaron de Dios, al pequeño Tobi le surgió una duda.
—¿De dónde vino Dios? —preguntó inocentemente Tobías.
—No vuelvas a preguntar eso —dijo la amiga de sus padres algo enojada o al menos eso creía Tobías.
Desde entonces no preguntó nunca más eso, y por si fuera poco, fue teniendo esa mentalidad de “te lo dicen, te lo supones, no preguntas, solo los sigues como cordero ciegamente”.
•••
A sus 11 años ya prácticamente vivía en su habitación, no salía mucho, y no tenía amigos, los únicos con los que se relacionaban en la escuela eran los profesores de vez en cuando y un poco Marcos, él era una persona que le hacía sentir tantas cosas que no entendía, era todo demasiado confuso y sentía dentro de él que era algo que debía guardarse y no hablar de esto con nadie, ni siquiera Dios. Y para el hacer eso era tan difícil, ya que desde que era un bebé le habían hablado de él, y aunque no lo había visto, únicamente por estatuas o pinturas, le habían hablado de tal forma de él que Tobías sentía que hasta le debía cosas, puesto que según él nadie había dado su vida por él.
—Lo siento, sé que debo hablar de estas cosas contigo, pero leí una vez una cosa que se me quedó en la cabeza —. “Eres un acto infame”, “Arderás en el infierno por lo que eres”—, y desde entonces no me he sentido bien conmigo mismo, por como soy, por lo que siento. Tal vez y sea solo una confusión —«eso espero»—. No quiero fallarte, sé que te debo mucho, sé cuanto me quieres y cuanto te fallaría si hago algo que no debo hacer, y jamás hice nada que no debía hacer, pero dime padre, ¿cómo puedo controlar lo que siento? ¿Cómo hago para que este sentimiento desaparezca?, quiero que se vaya —«No del todo»—, te pido perdón si alguna vez te fallé, padre mío, espero no volver a hacerlo.
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Amén [✓]
Proză scurtăTobías es un chico que vive en un hogar religioso, con padres religiosos y una vida en la que pareciera rodearlo la religión. No sabe muchas cosas, pero lo único que tiene en mente es que "No Pueden Gustarle los Chicos", lástima que al crecer se dio...