La cafetería de cada martes

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Sigo sentado aquí, en la cafetería donde cada martes puntualmente a esta hora estás...no has venido hoy, siento en el aire tu ausencia y permanezco mirando fijamente a la taza sobre mi mesa.

Un vacío extraño siento alrededor, me inquietan mis pensamientos ansiosos a cada paso que dan las personas caminando afuera, tiemblan un poco mis manos en cada sorbo de café que bebo, y miro a las personas pasar junto al tiempo que marca un reloj en la pared, cerca de la ventana en que a través contemplo a esas personas y a la vez van con ellas mis recuerdos...El monótono sonido del segundero es lo único que rompe el silencio en esta cafetería, y es también el que crea y alimenta al vacío que llena el lugar e incomoda a mis pensamientos, no permitiéndome estar en calma.

Paseo la mano por la taza, jugando con él...el mesero me mira pensativo, creo que ya sabe mi propósito de estar sentado aquí cada martes. Simulo leer con naturalidad el periódico, hasta que retira la vista de mi persona y con una sonrisa interior, que leo en sus labios, se pone a limpiar una copa elegante con un fino paño que tiene siempre consigo.

En momentos, dirijo la mirada hacia tu mesa de siempre, y mis pensamientos juegan con el recuerdo de tu presencia ahí sentada, leyendo interesadamente el periódico o revisando algunos documentos, a la par que tomabas, con delicadeza y finura femenina, tu taza de café simple torrado. Otras veces, mirabas pensativa algún lugar de la calle o a las personas caminar, acompañada siempre de tu café vespertino habitual.

Ya he terminado el contenido de café en mi taza, una sensación amarga quedó suspendida en mi boca, a pesar de la perfección entre sabor y aroma con que está preparado cada tipo de café en este local. Comprendo que es a causa de mi enfermiza ansiedad, ya que esta costumbre de beber aquí café cada martes es fruto de tu presencia, que con el tiempo he percibido como una tradición de parte tuya el estar aquí siempre sentada el mismo día.

Sigo sentado aquí, en la cafetería donde cada martes puntualmente a esta hora estabas...acepto que me lastima tu ausencia, ya que el café siempre fue manjar en mis labios, así como yo notaba que así lo era también en los tuyos. En tu mesa se aloja mis sentimientos y hoy sueño cómo ellos corresponderían a tus labios dulces de azúcar vertida en tu taza. Hoy me mira, detrás de la ventana, una esperanza de aliento, un deseo caprichoso e inocente de compartir contigo el café que te gusta, y hablar así de historias y dichas, de alegrías y tristezas...ya no habrá motivo así para sentir a otro martes vacío como hoy...

Y marca en la pared, desviando mi atención de la ventana, la hora en que me debo retirar del lugar en que con tanto gozo espero el mismo día cada semana. Tal vez, en alguna ocasión oportuna, cuando el brillo de tus ojos me obligue a acercarme a ti, te invitaré a tomar juntos, en mi mesa, el café simple torrado que tanto te gusta...

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