Prologo

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Hace años la humanidad se repetía, una y otra vez la misma insípida pregunta: ¿existirá vida inteligente fuera de nuestro planeta? ¿Aquel objeto no identificado es un ovni? ¿Nos invadirán los alienígenas? Siempre, sin excepción, la pregunta fue dirigida hacia las estrellas, mirando el basto cielo que nos rodea. Estábamos muy, muy equivocados.

Cuando los alienígenas llegaron a la tierra, no lo hicieron desde el espacio. Lo hicieron desde la profundidad de nuestros océanos. Aquellos sitios oscuros, inhabitables para los humanos. Y misteriosos sólo como ellos mismos. Los recónditos sitios a los que no podíamos acceder. Fisuras a cientos de kilómetros, que usualmente conocíamos como los famosos triángulos. En total, existen cinco zonas en la Tierra donde la actividad magnética es mayor.
Estamos hablando de:

•El Triángulo de las Bermudas
•Triángulo del Silencio
•Triángulo del Dragón y Triángulo del Diablo
•Triángulo de Bridgewater
•Triángulo de Bennington

Durante muchos años, desapariciones misteriosos se hallaron reducidas a teorías científicas sin mayor fundamento que algunas hipótesis sin corroborar. Años más tarde, se supo la verdad. Una grieta entre dos fisuras a quilómetros de profundidad; un portal.

Fue así que los aliens, o cómo posteriormente fueron llamados: Nomus. Comenzaron a invadir la tierra. Criaturas monstruosas de tamaños abísmales y a los cuáles éramos incapaces de dañar. La primera vez que vi uno, fue a mis cinco años, la noticia de la devastación en Washington DC alertó a todo el mundo. Recuerdo que estaba en la casa de mi mejor amigo. Nuestros padres alterados nos alejaron del televisor, pero ya era muy tarde. Porque aquel Nomus sólo sería uno en millones que enfrentaríamos.

Cómo era de esperarse, las pérdidas fueron innumerables. Ciudades destrozadas y reducidas a cenizas. Pero los números aumentaban. No podíamos defendernos. La humanidad parecía perecer. Pero entonces, cómo un milagro, un grupo de científicos, biólogos, arquitectos y demás especialistas, crearon el primer rayo de esperanza; el primer Yokai. Bautizados así en honor a la mitología Japonesa, siendo éste el país que más contribuyó en el avance del proyecto.

Los Yokai eran monstruosas máquinas capaces de ser controladas por un piloto en su interior a través de un enlace neuronal. Sin embargo, hubo un error. Un gravísimo error. La carga del enlace con la máquina era demasiada. Los pilotos experimentaban convulsiones, derrames, perecían... Fue allí que se implementó un sistema de dos pilotos, unidos de manera simultánea al Yokai por medio del enlace neuronal. Al igual que el cerebro humano, uno de los pilotos controlaría el hemisferio izquierdo y el otro el derecho. Coordinándose en simultáneo para el desempeño del Yokai. Finalmente, la humanidad comenzó a ganar.

Sin embargo, los Nomus eran más inteligentes de lo que se tenía estimado. Evolucionaban. Lento, pero lo hacían. Se fortalecían. La carrera armamentística por la supervivencia se incrementó. Si ellos destruían un Yokai, debía haber otro equipo listo para suceder al caído. Y es así como, en Japón, se creó la primera academia de pilotos Yokai. La academia a la que yo asisto.

Mi nombre es Izuku Midoriya, aspirante a piloto. 17 años. Huérfano. Y definitivamente, el próximo piloto de Delta, el mejor Yokai de Japón.

(...)

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