"... Resuelve las más difíciles ecuaciones de mi cuerpo, haz mil garabatos en el, borra lo que te salga mal y raya mi piel con la tinta de tu lápiz....."No sabía cuándo y ni en donde, mucho menos porqué, al ver por la ventana del salón de clases su vista se clavó por segundos... después por minutos en el pequeño cuerpo de uno de sus alumnos más engreídos y adinerados.
Lo observó mientras jugaban basketball, su camiseta sudada remarcaba manchas ligeras del color de su piel debajo de la ropa blanca "Ahh...., Que buen sabor el de un aire fresco y agradable después de tener el cuerpo mojado por las calorías que quemó" aquel muchacho que estaba jugando podía emitir de cierta manera la buena energía que tenía después de haber ganado el juego.
El pobre docente sólo retiró la vista del estanque donde se había quedado atrapado y, volteó su rostro del otro lado del salón
Las clases eran un fastidio para el; solamente el saber que al final de la quincena recibiría su paga le impulsaba a no agarrar su maletín y salir por la puerta gritando "¡libertad!".
Los alumnos eran irritables, le quitaban la poca paciencia y lo dejaban desgastado y sin ganas de siquiera abrir los ojos por la mañana al levantarse.
La próxima clase iniciaría pronto, así que de su mochila sacó su laptop y abrió el archivo de "matemáticas primer año de universidad"
Su único desahogo era hacer la vida imposible a sus alumnos, aunque estos le quebraban la cabeza por preguntar a cada segundo como se resolvían las incógnitas aún después de que él había explicado muy bien.
Ese era su trabajo y de cierto modo disfrutaba hacerlo, para eso se preparó desde que era un adolescente hasta los días en que estaba sentado en su escritorio, seguía estudiando para tener más de una carrera y mantener sus títulos colgados de la pared o en su mesa de estudio...
Mientras observaba las calificaciones, el profesor sonrió para sí al ver que una vez más aquel alumno estaba a punto de reprobar, no obstante no se le veía triste ni nada por el estilo, al contrario, era mucho más engreído y altanero, traía siempre con él una cadena de oro en su muñeca blanca y de textura suave, de apariencia delicada.
Miró de nuevo por la ventana y miró como todos estaban entrando a sus aulas, había iniciado la clase y era hora de comenzar con el tormento de los estudiantes en la hora de matemáticas.
—Abran su libro en la página 45, como pueden ver, ahí están unos ejercicios que tendrán que elaborar — miró su reloj — en solo veinte minutos, y el resultado serán los puntos faltantes a su calificación— indicó el profesor riendo internamente.
El rostro de los alumnos pareció cambiar sólo al escuchar las palabras crueles, aparentemente, del malvado profesor Ohm Thitiwat.
—...Ohm, el director quiere que vayas un minuto — una secretaría abrió la puerta hablándole al docente.
—ire enseguida— respondió desde su escritorio.
Se paró de mala gana de su silla y se dirigió a donde lo llamaban.
Su porte era demasiado limpio, hasta exagerado, tal vez tenía esa manía y obsesión de querer tener todo en orden, de nunca dejar que una minúscula particular de polvo estuviera encima de su ropa.
Sus zapatos negros y brillantes se detuvieron enfrente de la puerta del director, tocó la misma y la voz del que estaba adentro le habló.
—pase profesor Ohm.
El moreno camino hasta la silla enfrente de la mesa.
— te llamé aquí porque...— mientras de entre sus mil y un papel en desorden sacaba una carpeta — haber, déjame revisar..— buscando entre los papeles del documento — ajá! Lo encontré, disculpe, tengo un desorden por el momento, pero le llamé aquí para informarle sobre las calificaciones de un alumno — limpiando sus lentes empañados — Fluke Natouch, sí, es ése, recientemente sus padres vinieron aqui para solicitar un servicio de usted.