Uñas

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Cuadrado, así describiría a Alejandro. Cuadrado, bronceado, sencillo e incapaz de pensar por sí mismo. Llevaba puesta siempre que no era obligatorio llevar uniforme al instituto una playera azul con rayas carmesí de un equipo de fútbol que no conocía pero el resto de los chicos de su edad aparentaban que sí.
  Yo solo podía verlo de lejos, ya sabía que solo él era un ciego altavoz de la sociedad que le dió forma pero se veía más feliz de lo que nunca podría yo entender. Se veía feliz y completo como si todo en su vida estuviese resuelto.
  Poco duraría cuando Alejandro conoció a Ivanna, una chica pequeña, ojeroza, delgada y con la piel blanca como la nieve. Su nombre parecía ruso, nunca le pregunté. Ivanna practicaba gimnasia todos los días en las tardes; eso explica a su peso y estatura tan baja.
  Ivanna, aunque una chica interesante, no parecía tener la vida resuelta como Alejandro. De lejos la veía triste, lloraba en los pasillos del instituto cuando no veía a nadie cerca. Sentí ganas de acercarme, tocar su cuello y decirle que todo estaría bien. sin embargo, está no es mi historia sino de Alejandro e Ivanna, no había dado no dos pasos en su dirección cuando Alejandro se acercó a hablarle. No sé que le dijo pero desde ese momento fueron muy unidos.
Algo tienen que saber y es que Ivanna padecía de ansiedad, la acechaban ataques de pánico casi en todo momento. Constantemente rascaba la parte superior de su mano en la que se juntaban su dedo pulgar y su dedo indice mordisqueaba sus uñas hasta dejar al descubierto la piel que estás protegían.
Grande fue en mi sorpresa cuando un día Alejandro comenzó a rascarse de la misma forma.

-Me estoy burlando de ella, tal vez así vea que está mal lo que hace cuando lo vea en otro- repetía esas palabras a cada persona que le preguntaba sobre su mano irritada

Ivanna lo rechazó, todos en el 1D sabíamos que pasaría tarde o temprano. Una chica tan dañada y un chico tan complaciente no son capaces de mantener una relación. Días después se estaban tomando de sus manos llenas de costras, que asco.

-Te estás haciendo daño por una chica que no lo vale- Le dije a Alejandro cuando sus uñas dejaban asomar su piel al rojo vivo.

-Estas celoso porque Ivy me quiere a mi y no a ti

Me aleje de él desde entonces. Me importa pero no lo suficiente para hacer algo al respecto. No le volví a dirigir la palabra hasta que la profesora de ciencias nos puso en el mismo equipo de trabajo para la feria de ciencias: teníamos que construir una máquina que fuese capaz de levantar el peso de una persona. Pan comido si sabes lo mínimo de ingeniería.

Al día siguiente traje las herramientas de mi padre a la escuela: una llave de tuercas, un perico oxidado, unas pinzas gruesas y unas pinzas de electricista.

Manos a la obra. Sus manos eran repulsivas, sus ojos estaban llenos de ojeras y sus labios partidos y secos ¿Qué pasó con el chico atractivo de inicios de año?

-Buenos días Alejandro, vamos a trabajar

-Buenos días, Adrian- me dijo con la voz más ronca que había escuchado de un joven de nuestra edad

Saque las pinzas gruesas de mi mochila. Que idiota, mi lunch explotó dentro y mancho todo; espero nadie me vea.

-Toma Alejandro. Ve a lavar las herramientas- le dije sin saber que ese chico necesitaba ayuda

Tomó las herramientas y se dirigió hacia el baño.

-¿Qué le dijiste a Ale? Está pasando por un mal momento, se bueno con él- escuché decir una voz femenina gruesa y familiar. Era Ivanna

-Solo le pedí que limpiará las herramientas- voltee a sus manos, que asco, no tenía uñas- ¿Qué te pasó en las manos?

-Que te importa

-Tienes razón, no me importa

Espere 10 minutos, luego 20. El tiempo para nuestros proyectos ya casi terminaba.

-Profesora, puedo ir a buscar a mi compañero al baño, ya se tardó bastante- expliqué mientras me dirigía a la puerta, no esperé su respuesta.

Tres pisos de escaleras, un pasillo, una ventana, Administración Escolar, la puerta del baño. Gritos ahogados salieron de la puerta.

-Alejandro, ¿Estás bien?- Resolví en entrar- voy a entrar.

Sentí ganas de vomitar lo poco que desayuné esa mañana. Pinzas, un quejido ahogado, sangre que terminaba en la tuberia. Que enfermo. Que repulsivo. Que bello.

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