1.

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Corría.

Huyendo de todo, de todos.

Todo era gris, la humanidad me aterraba, ¿Cómo explicar con palabras la agonía en la que sus palabras y acciones me sumergian?

Mis pies dolían tras cada paso acelerado que daba, y pequeñas gotas de sudor adornaban mi frente.

Me detuve.
Me detuvieron.

Sus exorbitantes y al mismo tiempo delicadas manos, me detuvieron, y en el instante en que nuestras miradas cruzaron cubrí mi rostro, mis mejillas eran adornadas por un leve rubor rosa, y las lágrimas no dejaban de cesar.

No dijo nada.
Y yo solo me límite a recargarme en su pecho.

No era el momento más adecuado, sin embargo, fue aquel día que lo conocí el mismo día que planeaba acabar con mi vida y el mismo día que tuve un nuevo motivo para vivirla.



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