Capítulo 2: Almas Rotas

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Sydney Kingfsford Smith International Airport (Australia)

08:27 AM

ROSE

En este abismo de sufrimiento, cada latido de mi corazón es un eco doloroso, una melodía triste que resuena en el vacío de mi alma destrozada. Soy prisionera de mis propias emociones, arrastrada por la marea implacable del destino hacia la oscuridad más profunda.

Las lágrimas son mis únicas compañeras en este océano de desesperación, un torrente de tristeza que amenaza con ahogarme en su abrazo frío y despiadado. En medio del caos que me rodea, me encuentro perdida en un laberinto de culpa y desesperanza, buscando desesperadamente una salida que parece cada vez más distante.

Los golpes en la puerta son como puñaladas en mi corazón, recordándome que no puedo escapar del tormento que me aguarda afuera. Los hombres de Kat claman por mi atención, pero sus voces suenan huecas y vacías, como ecos distantes en el abismo de mi propia angustia.

—¡Señorita, por favor abra! —sus súplicas resuenan en mis oídos como un lamento desgarrador, pero no puedo responderles. No puedo enfrentar el horror que me espera al otro lado de esa puerta, ni la cruel realidad que me ha llevado hasta este punto.

Dentro de este cubículo, solo tengo mis propios pensamientos como compañía. Y sin embargo, no soy la única víctima de esta tragedia. Un niño pequeño, vulnerable y asustado, se refugia en el rincón más oscuro de este lugar, buscando protección en medio del caos que lo rodea.

—Son unos monstruos... —susurro entre sollozos, sintiendo como mi corazón tiembla por la oleada de sentimientos.

Me siento impotente, atrapada en un remolino de culpa y desesperación, mientras el dolor me consume desde adentro.

La culpa me devora, desgarrándome el alma con la ferocidad de una bestia hambrienta. Si tan solo hubiera actuado de manera diferente, si tan solo hubiera tenido el valor de enfrentar a aquellos demonios, tal vez las cosas serían diferentes. Pero ahora, solo puedo lamentar mi propia cobardía, mientras el peso de mis acciones me devora el alma.

—Me quedé solito... ya no tengo a nadie... —la voz del pequeñito, temblorosa y quebrada por el llanto, es como una daga en mi corazón destrozado. Su sufrimiento se convierte en el mío, una carga que sé, no puedo soportar sola.

Pero no tengo a nadie...

La desesperación me consume, ahogándome en un mar de angustia y desesperanza. ¿Cómo puedo consolarlo a él, cuando ni siquiera puedo consolarme a mí misma? ¿Cómo puedo ofrecerle esperanza, cuando mi propio corazón está sumido en la oscuridad más profunda?

Mi cabeza me llevó a esa pequeña habitación de nuevo, a esa en la que un pequeño ovillo de lágrimas se estremecía por el dolor que sentía, rogando por ayuda y....por un poquito de calor que la envolviera como antes.

Le arrancaron las alitas y le duele..

El peso en mi pecho aumentó y tuve que tomar una bocanada de aire, buscando las palabras adecuadas para que la historia no se repitiera. Yo no deseaba que otra alma tan noble como la suya sufriera como yo lo hice, no quería que nadie más sintiera que no era amado o que todo el mundo le daba la espalda sin razón evidente.

Nadie merecía eso, pero por alguna razón hay muchas personas que se sienten así y, eso es muy doloroso de admitir...

—No... No te quedarás solito. Yo no te abandonaré... —mis palabras son apenas susurros temblorosos, queriendo no equivocarse en nada.

Me Enamoré De mi Enemigo  (En curso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora