Capítulo 4: El anhelado día

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  ROSE.

08:07 AM.

Con un gesto decidido, Diana me indicó que esperara en el mismo lugar mientras ella se encaminaba hacia una de las numerosas casetas que salpicaban el campus de la academia.

Mis sensaciones estaban en ebullición en este, mi primer día de clases. Todavía no podía asimilar completamente todo lo que estaba sucediendo, ni tampoco la mezcla abrumadora de emociones que me embargaba apenas unos minutos después de ingresar. Había soñado tanto con este día, anhelando mi primera interacción con alguien de mi edad. Y, de repente, ahí estaba Diana, personificando ese primer encuentro. No pasó mucho tiempo antes de que se acercara a mí, dispuesta a guiarme a través de lo que ella llamaba el ritual de iniciación. Pero, ¡qué ritual más singular! Éramos alrededor de doscientos alumnos nuevos, todos sumergidos en la misma tarea, que aunque sonara algo dramática, consistía simplemente en llenar nuestras manos con folletos que detallaban las actividades del primer semestre, incluyendo algún que otro mapa por si nos extraviábamos en el laberinto de salones.

—Aquí tienes el cronograma de las fiestas que tendrán lugar este mes —me explicó Diana, entregándome uno de los folletos que sostenía entre sus manos—. Te recomiendo especialmente la fiesta de espuma, fue un éxito rotundo el año pasado.

Asentí con una sonrisa, aunque sabía en mi interior que difícilmente asistiría a alguna de esas fiestas.

—Yo he ido a unas cuantas, pero no me considero una experta. Prefiero dedicar mi tiempo al estudio para no comprometer mi beca —confesó Diana, comenzando a caminar a mi lado.

Sí, Diana era becada. Al principio, no comprendí del todo cómo funcionaba este sistema, pero tras una breve charla, me explicó que solo cinco estudiantes son seleccionados cada año para ingresar a la academia con una beca que incluye, entre otros beneficios, el alojamiento en la residencia ubicada a pocos metros del campus principal. Sin embargo, esta beca viene con la condición de mantenerse entre los diez mejores estudiantes de sus respectivos salones. En cambio, el resto de los alumnos parecía preocuparse más por quién llevaba la ropa más cara o cuál era el rostro más bonito, ya que muchos de ellos habían ingresado gracias a las influencias de sus padres. Fue entonces cuando me enteré de la astronómica suma que Kat había pagado para que yo pudiera asistir a este lugar.

Una escuela pública habría sido más que suficiente.

—¿Tus padres dirigen alguna empresa reconocida? —me preguntó de repente, sacándome de mi ensimismamiento.

Ordené los folletos que llevaba en mis manos, pensando rápidamente en una respuesta que sonara convincente.

—Algo por el estilo —respondí con seguridad, tratando de sonar lo más convincente posible—. Pero trabajan en otro continente, así que no son muy conocidos aquí.

Diana asintió lentamente, como si lo que le estaba contando fuera algo que ya había escuchado cientos de veces.

—¿Cuál era tu apellido, por cierto? —preguntó mientras sacaba su teléfono móvil, con una chispa de curiosidad en sus ojos.

Reí suavemente, encontrando graciosa su ansiedad por descubrir detalles sobre mi supuesta vida.

—Leone —respondí con seguridad, permitiéndole buscar toda la información que Kat ya había subido a la web sobre mi ficticia existencia.

No me incomodaba que investigara sobre mí. Después de todo, en una academia elitista como esta, donde todos parecían conocerse, yo debía de ser un enigma, un elemento extraño que había irrumpido en su mundo. Para Diana, yo era como una criatura mítica que había emergido de un lugar desconocido, con preguntas sobre todo lo que nos rodeaba, maravillada incluso por el sendero arbolado que conducía a la entrada del recinto.

Me Enamoré De mi Enemigo  (En curso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora