9|Incendio forestal.

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Estoy jodida

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Estoy jodida.

Fingir desinterés luego de esa breve conversación hace días solo trajo consigo una avalancha de regaños mentales por ser demasiado testaruda, está claro que no puedo fijarme en el primero que se cruce en mi camino, pero, ¿cómo explico la atracción enigmática que me causa?

Es posible que cambie de opinión más adelante, sin embargo, quiero mantener mi orgullo intacto hasta donde pueda.

Aprieto los labios enfocándome en el espejo que tapiza una pared del granero estoy empapada de sudor luego de haber hecho ejercicio, siento las piernas entumidas y el corazón acelerado como locomotora. Hace mucho que no hacia una rutina física, necesito recuperar lo perdido en carbohidratos y tumbarme en la cama por siempre mientras me recupero.

Ringo no coopera cuando le toca estar a cargo de la cocina y mis sugerencias grasosas no le convencen. Es una desventaja no poder hacerle una llamada rápida al delivery para tener al cabo de unos minutos frente a la puerta unos ricos burritos con guacamole, en vez de eso, las ensaladas y pollo a la plancha en el almuerzo son una tortura.

Me he ofrecido para preparar al menos la cena, pero mi petición ha sido rechazada.

Hanssen ha preferido no entrometerse para no recibir más guarnición de lechuga y tomates, sé que lo esconde cuando su amigo está distraído para dárselo a Nugget.

Hablando del chef fanático de las verduras, Ringo se asoma por la puerta vistiendo ropa deportiva, estira los músculos de sus brazos, gira y nota mi presencia al instante.

El chico de piel oscura me lanza un beso invisible que capturo con la mano. Niego mostrándole una sonrisa y no tarda en acercarse trayendo un par guantes de boxeo.

—¿Le gustaría a la guapa señorita entrenar conmigo? Prometo no ser tan rudo.

Ladea la cabeza a la vez que plasma un puchero a modo de súplica como si esa sencilla acción fuera suficiente para convencerme. El chico es un encanto y me siento afortunada de estar aquí, en realidad, ambos me tratan como se debe, no me ven como si fuera de cristal ni yo los excluyo de mis ocurrencias alocadas.

Como, por ejemplo, ver series de comedia y terror.

—Acepto, pero atento a las consecuencias que necesitarás un médico cuando te noquee —en realidad ya no recuerdo nada de combate así que tendré que improvisar para no quedar en ridículo —. Ah, y sí te gano me gustaría también ayudar en la cocina.

Ringo abre la boca para hablar, pero soy más rápida llevando una mano frente a él pidiendo que guarde silencio.

—Nada de comida vegetariana —echa la cabeza hacia atrás soltando un suspiro con resignación —, bueno, de vez en cuando, pero necesitamos carbohidratos y si me dices que no, te meterás las zanahorias por las orejas.

Libera una carcajada grave llevándose una mano al estómago, oh cielos, pero que risa más contagiable.

Le arrebato de las manos los guantes para luego pasar por su lado y ponérmelos en medio del área del granero con colchonetas. Ringo me ayuda cuando tengo dificultad ajustándolas y al cabo de unos segundos ya estamos listos para empezar.

Un deseo prohibido #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora