PRÓLOGO

52 4 1
                                    

Hoy era uno de esos días en los que uno va caminando por la calle con sus audífonos puestos y la música a todo volumen.

Las hojas caían constantemente en Canadá. Estaba esperando el autobús. No tenía ningún destino, ningún propósito, ninguna preocupación.

De pequeño mi madre siempre decía que la vida depende de lo que hagas, que para encontrar la felicidad debes hacer lo que te gusta, que cuando consiguiera empleo lo hiciera más por gusto que por dinero.

Mi padre murió cuando yo tenía 10 años, en un intento por escapar de esas personas.

Ellos lo secuestraron, pedían un millón de dólares para liberarlo y nosotros desesperadamente reunimos la cantidad para su rescate, con el temor de que le hubieran hecho daño.

Un Miércoles por la tarde recibimos una llamada y yo contesté.

-Salgan de su casa, tenemos a Peter.- Dijo, era la voz de un hombre.

La llamada concluyó. Me quedé en shock.

Por instinto fui corriendo por mi madre, yo desesperado y ella confundida.

Salimos de la casa y nos alegramos al ver que mi padre estaba en una camioneta estacionada del otro lado de la calle.

Un hombre con capucha, vestido con ropa obscura seguía a mi padre mientras se dirigía hacia nosotros. Lo habían torturado, era evidente.

De la nada mi padre comenzó a correr, y antes de darme cuenta, el hombre ya no lo seguía.

Miré a mi madre, cuando una fuerte detonación sustituyó el silencio que había hace unos instantes.

De inmediato volví a mirar a mi padre, que frenó repentinamente y cayó al suelo. Yo no sabía que hacer.

Miré de nuevo a mi madre, ella de inmediato corrió hacia donde estaba él, llorando, estaba destrozada. La camioneta ya no estaba, corrí unas cuadras para ver en qué dirección habían ido, pero no dejaron rastro alguno.

Han pasado 8 años y las autoridades no han hecho nada para capturar a esos bastardos, desde entonces no he podido dormir tranquilamente y mi vida ya no es la misma.

Sadness is not foreverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora