Entré en mi viejo auto y conduje al ritmo de la música clásica, mis dedos bailaban sobre el volante simulando tocar el piano. Prendí un cigarrillo mientras esperaba que el semáforo cambiara de color.
El cielo nublado le daba un aspecto lúgubre al ambiente, sólo se necesitaba una pizca de concentración para detectar el olor a lluvia en el aire. Observé como una chica y un chico se acurrucaban el uno sobre el otro para darse calor en una banca del parque. En la siguiente banca se encontraba una mujer mayor, que se levantó de un salto de su asiento y corrió hacia un pequeño niño de cabello castaño y con una expresión en el rostro de dolor. La señora lo cargó en sus brazos y lo llevó de nuevo a la banca en la cual estaba anteriormente, mientras examinaba de cerca la herida de la rodilla del niño.
El auto de atrás hizo sonar su bocina, sacándome de mi burbuja y mostrándome la realidad, árida, dura, feroz. La realidad. ¿Algún día podré tener una vida sin preocupaciones, ni problemas? ¿Es mucho pedir tener tranquilidad?
Al llegar, estacioné y me bajé aún tarareando mentalmente las notas de la canción.
-Buenos días, Jane- Saludé a la recepcionista con una sonrisa. Me saqué el abrigo afelpado de los hombros y la bufanda, los metí en mi bolso.
-Buenos días, Millie- Me respondió con un asentimiento de cabeza. Pasé por su lado en dirección del ascensor, pero su voz me detuvo- Millie, espera. La trasladaron de habitación, ahora esta en la número 817.
Me gire a verla con el ceño fruncido, en busca de una explicación.
-Yo no he pagado ningún traslado.
-Pero yo si- me respondió alguien a mi espalda. Me tomaron de la muñeca fuerte y luego, me dieron un abrazo bastante apretado.- ¿Cómo está la niña más hermosa?- Dijo mientras me apretaba las mejillas.- Estas más alta.
-Padre- Dije con entusiasmo, mientras apartaba de la manera más sutil que encontré sus manos de mis mejillas. Detesto que hagan eso.- ¿Qué haces aquí? Además, y para dejarlo claro de nuevo, yo ya no crezco.
El apretó los labios, haciendo caso omiso a mi último comentario.
-Mi niña, tu madre ha estado teniendo recaídas- Pronunció la última palabra con lentitud. Sentí la sangre abandonar mi rostro. -Ya hablé con el doctor, me dice que han tenido que sedarla varias veces por que en las noches se pone agresiva. Además ahora le anestesian la boca, debido a que intenta morder su camisa de fuerza y a los enfermeros que tratan con ella.
Asentí.
- ¿La puedo ver?- Miré a Jane, a la espera de permiso.
-Sólo unos minutos.- Ella me regaló una de esas sonrisas confortantes y tibias que la caracterizan.
-Gracias. No tardaré.- A paso rápido, fui hasta el ascensor y marqué el piso octavo. Conocía a la mayoría de los enfermeros, por la cantidad de tiempo a la semana que yo pasaba en este hospital de reposo. Para gente loca. Me recordó con amargura mi mente.
Hace 4 años internaron a mi madre en este hospital ¿El motivo? Nunca fue afortunada en el amor. Mi padre biológico la dejó cuando yo era pequeña, nunca estuvieron casados, pero yo llevaba y llevo su apellido. Su siguiente marido era cristiano, todo un hombre de Dios y se empeñaba diariamente en enamorarla, el me trataba muy bien... Pero luego de once años de felicidad, murió en un accidente de auto. La finanzas se pusieron mal y mi madre empezó a beber diario y tomar antidepresivos. Para agregarle, no trabajaba, cada día la comida escaseaba más.
Mi madre tenía pesadillas cada noche, soñaba que el volvía y le juraba amor eterno, que siempre estaría con ella.
Llegó al límite de alucinar, si la casa estaba en silencio y había un ruido, ella decía que era él. Cualquier cosa "extraña" mi madre culpaba a Richard. Estábamos en la calle y ella decía que sentía ser observada, mejor dicho, enloqueció.
Mis abuelos la enviaron a esta clínica y vivo con ellos. Hace tres años mi padre biológico apareció. Es un hombre trabajador, rehizo su vida y formó otra familia. Me ofreció vivir con él al enterarse de la situación de mi madre pero inmediatamente rechacé la oferta, no me mal entiendan, hasta ahora empezaba a entablar una relación con él, para mi sigue siendo un desconocido.
Preferí quedarme con mis abuelos, su cariño, su ternura para tratarme, chocolate caliente en las noches frías, la tranquilidad de vivir a las afueras de la ciudad, con muchos árboles y flores, aire puro y nada de ruido ni contaminación.
Amaba el silencio y que nadie me molestara. Me gusta ser independiente. Estudio literatura en la universidad estatal más cercana de mi casa. Para mantenerme, le dicto clases de piano a niños pequeños. Mi sueldo alcanza y sobra para correr por mis necesidades básicas y además, cualquier cosa que necesito mis abuelos se empeñan en pagarla.
Sin darme cuenta, llegue a la puerta de la habitación 817. La abrí cuidadosamente.
-¿Madre? - pregunté dudosa.
La encontré sentada en la camilla, tenía los ojos rojos, pero estaba despierta. Su delgadez era casi irreal. Podía ver los huesos de sus brazos y sus clavículas. En su época dorada, mi madre solía ser la mujer más bella del lugar donde llegara, su cabello negro y sus ojos grises eran envidiados en todo lugar. Al notar mi presencia, levantó la mirada y me miró con un destello de miedo. Sus pestañas abundantes estaban notablemente húmedas, dejando ver con dificultad las venas brotadas en sus ojos.
Abrió la boca para hablar pero de ella nunca salieron las palabras. Se puso a llorar. Ver llorar a mamá siempre hería como sí te clavasen una espada. Yo sólo pude quedarme estática en mi sitio, conteniendo la respiración, tragándome las lágrimas, con las manos en los labios para no jadear. En llanto contenido en mi garganta me rasguñaba como un animal salvaje, de forma desgarradora.
Mi padre entró y me puso la mano en el hombro. Su tacto se sentía frío, lejano.
-Ya es hora- susurró.
Asentí.
-Te quiero, mami.- susurré también. Aunque tenía la certeza de que no me escuchaba. Salí de allí limpiando las rebeldes lágrimas que escapaban de mis ojos.
-¿Estás bien?- me preguntó, dándome una mirada compasiva.
-Ya me voy, envíale saludos a tu esposa y a los niños, un día de estos me pasaré por tu casa. - Apreté las tiras de mi mochila y salí de ese escalofriante lugar.
(...)
No tenía sueño.
Me levanté de la cama y saqué de mi bolso, que yacía tirado en el piso, mi caja de Malboro. Por la ventana de mi habitación salí y trepé hasta el tejado de la casa.
Me recosté allí y mirando las estrellas, entre calada y calada, fui consumiendo cada cigarrillo. Las nubes eran inexistentes, dejándome ver así, toda la majestuosidad del cielo. Una parte de las razones por las cuales me quería mudar aquí, era para poder admirar el cosmos. Cosa que desde la ciudad era prácticamente imposible.
Una luz amarilla se prendió a mi lado izquierdo.
Escuché un susurro. Dí otra calada a mi cigarrillo mientras me sentaba con la espalda derecha. Enfoqué los ojos, en busca del lugar del cual provenía tal sonido.
En la casa de al lado, la casa de los señores Woods, una luz amarilla se encontraba encendida, pero, aparentemente, nadie se encontraba en aquella habitación. Al volver a escuchar tales susurros, agudicé mi oído en su dirección, y como un sabueso, la resonancia de sus voces me llevo directo a poner mi vista en la carretera. Donde dos personas charlaban recostadas en un auto.
Rápidamente una lluvia bastante ruda comenzó a caer. El cigarrillo de mi mano se apagó, obviamente. Lo lancé hacia la oscuridad para poder tener las manos libres y extendí mis brazos, para mojarme más.
Amaba la lluvia.
Amaba su sonido.
Amaba sentir como las gotas frías se adherían a mi piel por debajo de la ropa.Luego de estar absolutamente mojada, me giré y volví a entrar a mi habitación de un salto. La lluvia tiene un efecto anestesia en mí. Cambié mi atuendo por una pijama color lavanda y me dejé caer sobre las sábanas negras, hundiéndome lentamente en un sueño de lo más profundo.
Esa noche soñé, soñé mucho.
Soñé con un bosque lleno de neblina, todo sucedía en blanco y negro como en una película antigua, yo corría despavorida huyendo de algo... Un chico... Sí, creo que era un chico. ¿Porqué estaba huyendo de un chico?

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Tornasol
Fiksi RemajaEsa noche soñé, soñé mucho. Soñé con un bosque lleno de neblina, todo sucedía en blanco y negro como en una película antigua, yo corría despavorida huyendo de algo... Un chico... Sí, creo que era un chico. ¿Porqué estaba huyendo de un chico?