CANTOS AL DOLOR Y A LOS SENTIMIENTOS

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Capitulo Único:

 Acababa de terminar el ragnarok a favor de la humanidad. Con esa victoria, los dioses cumplieron con su parte y perdonaron a los humanos permitiéndoles vivir 1000 años más. Sin embargo, para ambos bandos fue un final muy amargo. Por parte de los humanos, grandes luchadores como Lubu, Adán y Raiden, entre otros; sin mencionar a todas las Valkyrias que habían dado sus vidas por la salvación de la humanidad; habían perecido sin poder llegar a ver ese objetivo cumplido. La salvación de la humanidad. Por parte de los dioses, éstos también sufrían, no solo por la humillación que muchos sentían por haber perdido contra los humanos, sino que también por los caídos en la batalla: Poseidón, Hercules; cuya muerte le dolía tanto a dioses como a humanos; Zero Fuku, entre otros.

Zero Fuku. Había un dios en específico que aún sufría y se culpaba por la muerte del joven e inocente dios. Un dios que aún se culpaba por no haber sido capaz de salvarlo. Éste dios no era otro que aquel conocido como "el iluminado", uno de los pocos humanos que había sido ascendido a divinidad y el único representante de los dioses que se rebeló y decidió luchar del lado de los humanos brindándoles la victoria del sexto duelo. Así es, estoy hablando de Buda. Quien con su cabello suelto, un ojo menos y varias cicatrices en todo su cuerpo, se encontraba sentado bajo un árbol en el Valhala con la mirada perdida mientras que a su derecha se encontraba la espada del gran círculo del Nirvana Zero y comía dulces.

A la distancia, cualquiera creería que a Buda le daba exactamente igual lo que estaba sucediendo y solo comía dulces y holgazaneaba como siempre. Pero si te acercabas y prestas solo un poco más de atención, verías el dolor en los ojos de la deidad e incluso, serías capaz de ver que Buda en realidad estaba llorando. Llorando en silencio. Lejos de todo y de todos. O eso creía él.

El dios no contaba conque entre los humanos que se habían encontrado en la arena del Valhala y que habían presenciado todos los combates, se encontraba uno en específico que hacía años que la deidad budista no veía. Uno que lo conocía muy bien y que era capaz de ver todo ese dolor oculto bajo la máscara despreocupada que mostraba al mundo.

-¿Cuánto tiempo, Shidartha?- esa voz sacó al dios de sus pensamientos.

Hacía ya mucho tiempo que nadie lo llamaba con ese nombre. Y hacía aún más que no escuchaba al dueño de esa voz. Buda volteó la mirada hacia el origen de la voz y sus ojos se llenaron aún más de lágrimas al reconocer a la persona a su lado.

-Jataka hermano mayor-

-¿Puedo sentarme a tu lado?- Buda solo asintió con la cabeza

-De verdad que han pasado muchos años desde la última vez que nos vimos. Hay tantas cosas que quiero contarte...¿Quieres un dulce?-

-Claro, por qué no- contestó Jataka mientras aceptaba el dulce que Buda le ofrecía.

-Si sabes que no tienes ningún motivo para fingir conmigo, ¿verdad Shidartha?- Preguntó Jataka preocupado.

-No tengo idea de a qué te refieres hermano mayor- contestó Buda desviando la mirada y mostrando una despreocupada y, claramente, falsa sonrisa.

-Oh Shidartha...te conozco bien. Incluso me arriesgaría a decir que mejor que todos los que hoy se encuentran en el Valhala. Puedo ver el dolor en tus ojos. El sufrimiento que estás guardando para ti mismo me preocupa. Me preocupo por ti Shidartha- Luego de eso Jataka abrazó a Buda de forma protectora y, mientras acariciaba sus cabellos con delicadeza, continuó diciendo.

-Siempre has sido un hermano pequeño para mi. Sabes que yo no voy a juzgarte de ningún modo así que...desahógate. Llora todo lo que necesites y libera todo el dolor que estas guardando para ti mismo. Te prometo que no te juzgaré y estaré aquí para ti.-

Esas palabras y acciones por parte de Jataka tomaron completamente desprevenido a Buda. Quien no pudo contenerse más y correspondió el abrazo de su hermano con fuerza y rompió en llanto. Dejó salir todo su dolor y culpa. Sin decir una sola palabra. Solo liberando su dolor y culpa en forma de llanto. Jataka tampoco decía nada. Solo lo abrazaba y consolaba en completo silencio. Dejándolo desahogarse completamente. Le partía el alma ver a su pequeño hermano, quien hasta hace no mucho se había mostrado como alguien feliz y hasta cierto punto arrogante, tan destrozado.

Estuvieron abrazados por un largo rato hasta que finalmente el llanto de Buda cesó. Se separaron y Jataka pudo hacer contacto visual con la mirada hinchada y roja a causa del llanto de Buda. Su mirada aún reflejaba dolor. Sin embargo, se notaba que el llorar y desahogarse le había ayudado.

-Shidartha...¿esto es por Zero Fuku, el dios con el que te enfrentaste?- Buda solamente asintió desviando la mirada hacia la espada para luego susurrar

-Yo...no pude salvarlo...pidió mi ayuda y no pude...-su voz se cortó y las lágrimas amenazaron con volver a salir. Jataka apoyó una de sus manos en uno de los hombros del dios.

-Eso no fue tu culpa. Aunque pudieras ver momentos en el futuro en una batalla, no había forma de que supieras que ese demonio tomaría el control de Zero Fuku. No había forma de que supieras que eso sucedería- Sin embargo, la mirada de culpa de Buda no había cambiado en lo absoluto.

-¿Por qué no cantas algo?...recuerdo...recuerdo que cantar siempre te alegraba cuando estabas triste...decías que te hacía sentir libre.- Dijo el hombre en un intento de alegrar al dios.

La propuesta ciertamente tomó completamente desprevenido a Buda. Era cierto que cuando aún era un humano y su hermano Jataka aún estaba vivo solía cantar en los jardines de su palacio. Era una actividad que siempre lograba subirle el ánimo cuando estaba estresado o deprimido. Sin embargo hacía ya mucho tiempo que no cantaba. En realidad, la última vez que cantó fue poco después de la muerte de su hermano.

-No lo sé...hace mucho que no canto en realidad...- dijo Buda pasando su mano derecha por detrás de su cuello.

-Vamos Shidartha...solo esta vez. Además...estoy seguro de que a Zero Fuku le hubiera gustado mucho escucharte cantar.-

Esas palabras fueron suficientes para convencer a Buda de cantar. Se acomodó debajo del árbol y, mirando al cielo, comenzó a cantar una suave canción, liberando de ese modo su dolor una vez más frente a su hermano mayor. Cantaba para su hermano Jataka agradeciendo su compañía y consuelo, cantaba para sí mismo, para liberar su dolor. Pero principalmente, cantaba para Zero. Pidiéndole perdón por no haber sido capaz de salvarlo, agradeciendo su ayuda contra Hajun y principalmente, confesándole todos los sentimientos que se habían despertado en ese combate y que no había sido capaz de expresar abiertamente. Solo esperaba, desde el fondo de su corazón, que desde algún lugar Zero estuviese escuchando su canto y lo perdonara.

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