Capítulo tres

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El sábado había llegado, los hermanos del rubio comenzaron la costumbre de ir a trabajar los últimos días de la semana a escondidas de Judge.

Niji peleaba con los clientes groseros, al igual que con algunos mocosos que tenían los clientes.

Yonji intentaba anotar lo más rápido posible lo que los clientes pedían, varias veces rompió la punta del lápiz por la fuerza que tenía.

Ichiji llevaba los platos de los clientes que le tocaban a él, entrando y saliendo de la cocina con las manos ocupadas.

Reiju se encargaba de la recepción, preguntando si tenían alguna reservación, al igual que de la caja.

Mientras Sanji, estaba cociendo a más no poder, evitando pensar que ese día, su familia conocería a Zoro, miraba el reloj, viendo cómo las horas pasaban más rápido de lo que quería, una hora faltaba para la cena.

Las puertas del Baratie habían cerrado por fin, un gran suspiro salió de los labios de Yonji, al igual que los de Niji al dejarse caer en el pequeño sillón que había en la sala de Zeff. Mientras Ichiji y Reiju platicaban de lo agotador que era ser mesero, pero lo bien que se sentía hacer las cosas por uno mismo.

—Vuelvo antes de la cena—Dijo Sanji, despeinado los cabellos de sus hermanos que están en el sillón, ganándose una queja del peli azul.

—Oye, eso debería hacerlo yo, este tipo de actos solo lo hacen los hermanos mayores a los menores, además tarde mucho en hacer que el cabello se acomodara de esta man...—Fue interrumpido.

—¿A dónde vas berenjena? —Preguntó Zeff antes de que Sanji cruzará por la puerta, ignorando por completo lo que la mora le decía a la berenjena.

—Voy por mí...—La mirada burlona de Niji lo había puesto nervioso, Yonji se acercó a susurrar algo, gruño molesto.

—¿No vendrá el aquí? —Preguntó Ichiji, sin ningún intento de hacer burla.

—Sí, solo que... Es fácil de explicar, pero mejor les cuento cuando estemos aquí, vuelvo enseguida viejo—Salió del Baratie, mientras Zeff le gritaba algo sobre evitar decirle viejo.

Una de las tantas cosas que agradecía, era que Zoro viviera cerca del Baratie, no tendría que caminar mucho. Se iba arreglando un poco los cabellos conforme avanzaba, hasta llegar a aquella casa que conocía muy bien.

Tocó la puerta, sin obtener respuesta, era obvio que Zoro estaba ahí, la luz estaba encendida, intento nuevamente, pero nada.

—¡Abre maldita alga! —Gritó molesto, pateando la puerta, hasta que está se abrió.

Dejando ver a Zoro, parpadeó un par de veces y entonces su mandíbula cayó hasta el suelo.

Ahí estaba el moreno, sin ninguno de sus piercings, ni sus aretes, su pecho cubierto, ocultando la cicatriz en este, y unos lentes de sol a plena noche.

—No supe cómo ocultar el tatuaje, le iba a pedir ayuda a Pe... —Un empujón lo hizo callar, mientras entraban a su hogar.

—¿Qué significa esto? —Preguntó un tanto sorprendido, pero también molesto.

—Tu dijiste que tú abuelo no quería que tuvieras un novio con la apariencia que tengo, así que inten...—Un beso lo hizo callar nuevamente.

—Marimo tonto—Susurro entre sus labios una vez que se separaron-No tienes por qué aparentar alguien que no eres—En la mesa del centro se encontraban todos sus piercings.

Los tomo, sentando a Zoro en el sillón, subiéndose sobre él, mientras besuqueaba cada rincón de su cara.

—A mí me gusta cómo eres—Comenzó a poner cada arete en su lugar—No me interesa si el viejo quiere un tipo aburrido, a mí me gustas tú porque eres rudo—Sabía de memoria dónde iba cada uno, Zoro sonrió, sacando la lengua para que el rubio pusiera el último.

El novio de Sanji [Zosan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora