capítulo uno.

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Todo el oxígeno dentro de esas cuatro paredes era opacado por el aroma del deseo y lujuria fusionados en uno solo

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Todo el oxígeno dentro de esas cuatro paredes era opacado por el aroma del deseo y lujuria fusionados en uno solo. Un pálido y pequeño cuerpo perlado en cristalino sudor, moviéndose al compás de las erráticas embestidas que se le eran brindadas, acompañado de dulces y sucios jadeos entre cortados emitidos por su rojiza bucal, ahogados entre la superficie blanda bajo suyo.

La cúspide de la excitación arribó con fuerza transcurridos unos minutos, y de la mano, dos graves gritos provenientes de ambos hombres posados sobre la cama. JeonGguk, el castaño, con sus grandes manos aferradas a la cintura de quién hace tiempo fue su chico, se mantuvo en la misma posición durante unos instantes, esperando a que toda su blanca y tibia escencia llenará su interior. Cuándo se aseguró de fue así, salió de la dilatada entrada de YoonGi, quién se reincorporó con dificultad, su respiración agitada, y su pecho subiendo y bajando delatan lo exhausto que el sexo lo ha dejado, aunque lo disfrutó.

Está pegajoso, pero parece no darle importancia, porque que permite que los dos fuertes brazos ajenos envuelvan su anatomía, atrayéndolo a la de él. Se siente hipnotizado con el calor corporal que el hombre a su lado le comparte, y las fuertes palpitaciones de su corazón son igual de cálidas. Por alguna extraña razón, eso lo hace sentirse seguro.
Los poros de JeonGguk desciñan cannabis pura, a YoonGi nunca le ha gustado ese aroma, y estar así de cerca de este le incómoda. Lo detestó desde la primer vez qué lo olió en Jeon. Hizo un mueca de disgusto. Es ahora que recuerda el porque no están mas juntos cómo la pareja que hacía meses fueron, y porque llevan viéndose en secreto durante tanto tiempo.

Se separó lentamente, cayendo en la cruda realidad: JeonGguk está bajo el efecto de una droga. Otra vez.

Ha sido así desde hace un año. YoonGi debería acostumbrarse, o ignorarlo, de todas formas, terminaron hace unos meses, y la responsabilidad de tratar y sobrellevar con el castaño su adicción, no recae en sus manos más. Él lo sabe, pero no puede evitar un dolor emocional y el desliz generados por ver al chico que ha amado por tantos años dependiendo de ílicitas sustancias que están dañando con el pasar de los días cada parte de su organismo.

YoonGi suspira con pesadez, JeonGguk no voltea a verlo, o preguntarle qué sucede, está demasiado apartado de esa realidad y todo lo que lo conforma para hacerlo. Sus pesados ojos perdidos en un punto que YoonGi no es capaz de percibir.
JeonGguk está drogado, el efecto de la verde hierba y el recién orgasmo parecen hacerlo flotar, rodeado de serenas sensaciones y una falsa paz alojada en su pecho y cabeza. El espacio y el tiempo han puesto una pausa por y para él.
Lo único qué retumba en su embrollada mente es el nombre del pelinegro qué está dándole la espalda, y la satisfactoria ligereza qué lo recorre desde los pies hasta la nuca.

YoonGi se levantó de la cama y miró al reloj en la pared. 2:32 AM.
Debió haber llegado a casa hace dos horas, su novio seguramente lo espera, preocupado, cómo siempre.
Se puso la ropa, tan rápido cómo JeonGguk se la quitó con anterioridad. Su mirada se planta en su reflejo en el espejo frente a la cama, su cabello está alborotado, y sus labios muy hinchados por los besos que él y su menor estuvieron dándose a lo largo de la noche. Tendría que pensar en una buena y nueva excusa para darle a SeokJin. Mentir con que lo han vuelto a asaltar cómo lleva diciendo durante varias ocasiones en esos meses comenzaría a levantar sospechas, aunque es extraño como no las ha levantado aún, con todas esas desapariciones misteriosas y sus actitudes nerviosas cuándo SeokJin le pregunta en dónde o con quién ha estado.

𝗁꯭𝖾𝖺꯭𝗏𝖾꯭𝗇  𖡩  𝗸𝗴Donde viven las historias. Descúbrelo ahora