★PRÓLOGO★

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"Una cara inocente siempre esconderá a los demonios más peligrosos"

"Una cara inocente siempre esconderá a los demonios más peligrosos"

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Antes de todo...

Un eco tenebroso persigue mis pasos, el sonido de mis tacones convierte la instancia en una perfecta película de terror en la que, en este caso, soy el verdugo. La fábrica me recibe y, aunque el ambiente luce turbio, no trastabillo. La cantidad de sensaciones que recorre mis terminantes nerviosos es inexplicable, puedo sentir en la punta de la lengua la adrenalina mezclada con un delicioso éxtasis que me llena el cuerpo. 

El panorama es espeluznante, entendería si hiciera correr a más de uno, pero conmigo no es así. Cuando creces entre muertes y guerras interminables, le pierdes el miedo a cosas tan insignificantes.

El olor metálico de la sangre se vuelve cada vez más intenso e inaguantable, la oscuridad comienza a desaparecer de a poco y vislumbro de reojo como las ratas se pasean por mis pies. 

Mi rata mayor me capta enseguida, con sus cadenas se mueve de manera incontrolable y eleva la cabeza cuando salgo por completo de la oscuridad, dejando que la luz me pegue en el rostro. Apesta a perro, está cubierto de sangre seca, especialmente en la cara magullada por tantos golpes. Sus heridas se ven muy mal y que siga tironeando de sus ataduras solo lo empeora.

Sus ojos muestran un miedo paralizante y el asombro le dura muy poco al estar completamente frente a él. Me recorre como si tuviera al mismísimo diablo plantado en su cara.

—Sí, soy de carne y hueso, amore.

Empieza a moverse con más fuerza, tambaleando la silla en donde está sujeto. Camino hasta quedar detrás de él y coloco las palmas de mis manos en sus hombros, ejerciendo la presión necesaria para que se detenga. Intenta no parecer afectado, pero el ir y venir de su pecho con frenesí delata su verdadero estado.

Es satisfactorio ver como lo dejaron un corderito manso, dispuesto a obedecer para no sufrir consecuencia alguna. Eso se acabó.

Con diversión que evidentemente él no comparte, me acerco a su oreja mordiendo mi labio inferior.

—¿Nunca escuchaste la frase de "no hagas promesas que no puedas cumplir"? —musito soltando una pequeña risa que hace tensar sus músculos. Entiende a la perfección donde quiero llegar—. Porque yo creo que no.

Me enderezo y me vuelvo a su frente, bajando la mordaza de su boca con brusquedad.
Suelta un quejido de dolor al volver a sentir la movilidad de su mandíbula.

—¿Qué crees que estás haciendo?  ¡Yo no he hecho nada! —alega haciendo notar cuan desesperado se encuentra.

Lo miro fijo por unos segundos, quiere ocultar todo aquello que esté pensando, actuando como si las cosas entre ambos aún estuvieran igual. Al volver en si, con una sola mano lo tomo de la barbilla con fuerza, obligando a  que me mire a los ojos. Esos que muchas veces dijo que le encantaban.

La Heredera +21 © |En Edición|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora