La vida los hizo enemigos por naturaleza, pero una sed de venganza unirá sus caminos.
Él, la quiere destruir, dejarla un cascarón vacío, sin vida.
Ella, tiene sus planes, pero no piensa revelarlos hasta ver hecho todo un caos.
Pero ambos se toparan...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Una calma peligrosa..
Éride.
Me duele el solo respirar, me arden las vías respiratorias y tengo la vista nublada, pero no lo suficiente como para no distinguir la habitación que me conozco de memoria. Quisiera tirarme a llorar como una bebé, pero eso sería ponerme indefensa.
Debo acostumbrarme a esta pesadilla sin fin.
Me sobresalto cuando la puerta se abre de golpe, me hago un ovillo en la esquina y cierro los ojos con fuerza. No puedo, ya no puedo más.
Aún siento como el líquido carmesí me recorre los muslos, me quema y duele mucho. Si lo intenta una sola vez más, no sé si seré capaz de soportarlo.
Pero mi dolor no le importa, nunca le importó y dudo que alguna vez lo haga.
Abro lentamente los ojos para ver dónde se encuentra y me reciben esas esmeraldas brillantes que me persiguen día a día. Se iluminan de una oscura perversión que me hiela la piel
Con sigilo se agacha ante mí, aguanto la respiración cuando me acaricia el rostro con sus dedos manchados de sangre seca.
Cuando acerca su rostro cada vez más, un reflejo me hace voltearme. El peor error que pude haber cometido porque su rostro se convierte en ira pura.
Con furia me toma de los hombros, zarandeándome con tanta fuerza que siento mis huesos crujir. Un grito desgarrador sale de mi garganta y finalmente suelto el llanto que llevaba conteniendo.
Una sonrisa escalofriante se dibuja en su rostro disfrutando de mi agonía.
—El juego apenas comienza, mi niña.
Abro los ojos abruptamente y el ruido de mi despertador es tan ensordecedor que lo apago con brusquedad.
Agarro mi cabeza con ambas manos, todo me da vueltas y la sien me palpita de dolor. Las sensaciones se sienten a flor de piel, a veces siento que estas pesadillas son reales hasta el punto que me cuesta salir de ellas.
Últimamente han sido mucho más frecuentes, suelo levantarme llena de sudor, con dolor de cabeza y la respiración acelerada.
Por momentos siento que algún día ya no me despertaré.
Quito las sábanas mojadas en sudor y coloco las limpias.
Entro al cuarto de baño de mi habitación y lo primero que observo es mi demacrada figura en el espejo. Las bolsas debajo de mis ojos son muy notorias para mi gusto. No le doy mucha importancia y solo me deshago de la sudorosa ropa que me cubre para meterme debajo de la regadera.