El ojo de Mefistófeles.

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Pasaron un par de horas en donde el espíritu de celebración dominó nuestros corazones, nos sentíamos unidos a causa del mal mayor que debíamos enfrentar, pero si yo era capaz de sentir en mis entrañas una mala vibra, imaginaba que seres tan perceptivos como los demonios y las bestias lograban anticiparse a lo que estaba por ocurrir en el páramo.

La tierra tembló dejando ver demonios que no tuve el placer de conocer antes, gusanos de piel transparente y bocas llenas de dientes; sin ojos y sin extremidades; medían por lo menos tres metros de largo y se arrastraban entre las patas de la multitud. Los otros seres estaban experimentando la magia, las bestias eran ayudadas por sus antiguos superiores y comenzaban a dominar inclusive el fuego infernal, mientras que Neptuno y Venus ya se veían como adultos, eran enormes y sus ojos expresaban maldad, pero en el fondo eran tiernos y revoltosos aún, superaban a su padre en estatura y carácter, por lo menos Venus

Sedric y Nícolas estaban sentados en la orilla del lago, el cielo oscurecía ante la presencia del inicio del final de los tiempos, ambos miraban hacia el agua con cierta nostalgia y yo me senté en medio a mirarlos con aprecio, ellos no sabían que quien más los quería era yo y eso bastaría para mantenerlos protegidos.

- Tengo algo de miedo -confesó Nícolas- me siento en la obligación de disculparme con ustedes por involucrarlos en este mundo... -nos miró.

- Bueno, para empezar, yo estaría involucrado de todas formas... soy un licántropo, Nícolas -le dije con obviedad.

- Y yo soy un gato -se burló el rubio- tú nos enseñaste a sobrellevarlo, con tus cambios y a todas las torturas que fuiste sometido, amor.

- Espero que todos sobrevivamos.

- Trato de ser tan optimista como tú -le miré.

- Hay que alistarnos -se levantó Sedric- vamos a patear a algunos demonios.

- Ofensivo -simulé una tos.

Caminamos hasta el cuarto de la pareja y nos vestimos con la ropa más cómoda para pelear, Sedric usaba un pantalón negro muy ancho, casi parecía una falda, además llevaba una camiseta negra algo corta y una chaqueta larga, ¿Era esto un desfile de modas?, se le notaba más huesudo de lo habitual, su cara alargada estaba demacrada y sus ojos estaban un poco hundidos, quizás si le afectaba su energía la presencia de los demonios, la de Nícolas en particular.

En el otro lado del cuarto, Nicky lucía una camisa color hueso con una especie de gabardina negra y sus pantalones ajustados, con bototos muy punkis; llevaba también su corona y sus joyas, lo que me parecía una estupidez. Por mi parte me vestí con un pantalón de buso negro y una camiseta sin mangas que pronto se rompería, era muy poco ecológico, poco práctico...

El rubio llevaba consigo su collar con sangre esto era realmente macabro.

- El amarre -me reí.

- Necesito el ojo de Mefistófeles -comentó Nícolas.

- Que bárbaro -le dije.

- El ojo del rey, mi abuelo... nuestro -se corrigió.

- ¿Para qué?

La verdad no me interesaba ser nieto del tirano.

- Tengo un presentimiento, pero no sé dónde lo guardé -suspiró.

- En una cajita -le dijo Sedric.

- ¡Cierto!

El susodicho rebuscó en su escritorio y en una caja negra yacía el ojo del abuelo Mortensen, era tenebroso con sus venas y la humedad que no secaba con el paso del tiempo, un ojo hechizado. Lo dejó sobre el mueble y comenzó a caminar por la habitación.

El lobo perdido de Hoia Baciu (lll)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora