Cuando todo acabó, yo escribía...
La cara húmeda, el corazón desbocado.
Cuando todo acabó, las llamadas
No fueron atendidas,
el dolor no encontró salida a su prisión.Mis palabras no fueron leídas
mis gritos perdieron su fervor.
En el vacío con el que luché,
el que pretendí no ver,
en aquel vacío los dos pares de manos
que debieron sacarme del agua
ataron mis pies con cadenas
y a ellas rocas que me hundían en un rio.
Uno de esos laberintos húmedos y asfixiantes
que demostraron su cruel verdad.
Mi miserable realidad.Hubieron de llamarme monstruo
por no contestar con sonrisas;
hubieron de culparme de asesina,
por esconder mis lágrimas de despedida.Y tras sus espaldas
mis llamadas no fueron atendidas.
Y tras sus espaldas
mi ignorada alma, flotó a la deriva.