Flores blancas y cielo vacío

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Etiquetas: Luo Binghe/Shen Yuan. Romance. Fluff.
Notas: BingYuan Week Día 3. Anhelo & Acurrucarse.

Flores blancas y cielo vacío

Cuando Luo Binghe perdió a su esposo por muerte natural se negó a seguir adelante tal y como su Shizun le pidió que lo hiciera. Renegó de la idea de buscar una nueva pareja o de enamorarse de nuevo. Luo Binghe se dijo a sí mismo que Shen Qingqiu sería la única persona que iba amar mientras viviera.

Dado que Shen Qingqiu había renunciado a la idea de cultivarse hasta ascender y eligió quedarse al lado de Luo Binghe, la muerte lo alcanzó después de varios siglos. No obstante, Luo Binghe sabía que el alma de su Shizun algún día tenía que regresar al mundo terrenal para vivir una nueva vida. Entonces, Luo Binghe esperaría por ese día. Estaba dispuesto a conquistar a su Shizun de nuevo, a mostrarle que era la mejor opción, que lo trataría bien y que no necesitaba a nadie más. Y que los viejos sentimientos cuidadosamente conservados que se negaban a ser devorados por el olvido, todavía estaban allí.

Sin embargo, el destino fue cruel con él. Luo Binghe buscó una y otra vez a Shen Jiu, pero el Shen Jiu que encontró nunca fue la persona de la que se enamoró. Donde los ojos de su Shizun parecían un par de arroyos de agua fresca en verano, los ojos del Shen Jiu que conoció eran témpanos de hielo que juzgaban todo lo que miraba. Donde su Shizun tuvo una piel blanca y suave como polvo de arroz y un olor que recordaba al té verde, Shen Jiu tenía una piel blanca como el marfil y un olor que recordaba el té negro.

Esta situación se repitió tantas veces que Luo Binghe casi creyó que su vida junto a su Shizun no fue nada más que una ilusión, una fugaz memoria que su mente creó para consolarlo en sus peores momentos.

Hasta que un día se encontró con un hombre que tenía una apariencia que le recordaba de forma vaga a su Shen Qingqiu. Shen Yuan se llamaba.

Shen Yuan era una imagen conmovedora. Tenía un par de ojos que simulaban estanques a la sombra y vientos que balanceaban los bosques de bambú. Shen Yuan, con su humor ácido y sus medias sonrisas hacía que la gente rememorara la luz fracturada, que latía, que atravesaba ventanas, que calentaba. Su ropa olía a té verde, pero también al sol.

A Luo Binghe le tomó largos meses darse cuenta de que Shen Yuan era lo que su corazón anhelaba con tanta desesperación. Luo Binghe no sabía por qué su Shizun nunca volvió como Shen Qingqiu o Shen Jiu sino que su alma ahora usaba otro nombre, pero no le importó. Desde el punto de vista de Luo Binghe, la apariencia suave y juguetona le quedaba mejor a su maestro.

Y se aferró a Shen Yuan hasta que éste aceptó su amor. Le mostró a su maestro que estaban hechos el uno para el otro. Las fotos del pasado, lavadas por la nostalgia, fueron guardadas, el presente las engulló. Luo Binghe volvió a cocinar, con Shen Yuan a su alrededor. Y las frutas secas en la cocina, las verduras frescas, el ruido de los alimentos calentándose, todo regresó.

Cuando se acostaban juntos por la noche, Shen Yuan dormía cómodo en sus brazos y Luo Binghe se dedicaba a mirarlo, incrédulo por la cantidad de amor que sentía. El cariño siempre fue tanto que dolía. La ternura fue más aterradora que la noche más oscura. Mas el amor no era lo único que lo mantenía insomne. Esas madrugadas en las que Luo Binghe se aferró a Shen Yuan, no sólo los ecos reverberaron, también lo hicieron las preguntas. A menudo se cuestionaba sobre lo que haría si de nuevo Shen Yuan moría antes que él. La ausencia de Shen Yuan en su vida siempre fue la herida que dolía más que cualquier otra lesión profunda. Lo único que lo mantenía cuerdo era la certeza de que volvería a buscar a su marido por todo el mundo si era necesario.

Quería morir antes que Shen Yuan. Toda su muerte sería para él. La muerte era más larga que la vida. Siempre quiso darle lo mejor a su esposo.

La ciudad se había comido el mundo que un día Luo Binghe conoció, ya no había ríos cerca, ya no había bambús que se movían en la noche, pero Shen Yuan todavía era una invasión de verde, el verde sobre el verde, una respiración suave que olía a orquídea, la docilidad de las nubes y agua en verano.

A veces, Luo Binghe besaba con devoción las venas de las manos de Shen Yuan, sintiéndose derrotado y, sin embargo, consolado. Apoyaba su cabeza sobre el pecho de Shen Yuan para sentir que tocaba su corazón. Shen Yuan tenía un cuerpo delgado, pero un alma tan fuerte como un roble. El pequeño Luo Binghe olvidado era recordado y mimado por los latidos del corazón de Shen Yuan.

En días raros, Luo Binghe le daba pequeños besos a los labios de Shen Yuan. Su esposo todavía sabía a dulce. Luo Binghe tenía la necesidad de enjaular la ternura, las imágenes y la alegría interminable que sentía.

Shen Yuan era flores blancas, de infinita piedad. Su alma era lluvia que calmaba los campos secos, que rasgaba el calor que asfixiaba. Era agua que se deslizaba entre las manos.

Luo Binghe sintió que era un cielo vacío. Era una habitación monótona y negra, con una fría inmensidad, pero cuando Shen Yuan hacía ademán de regresar, las paredes se volvían a pintar, se abrían las persianas y los colores volvían a poblar, por si Shizun volvía, por si Shizun quería visitarlo algún día. Y cuando Shizun venía, todavía lo arrullaba cuando lo veía lagrimear. Lo tomaba entre sus brazos con firmeza y cuidado, como si fuera una de esas hojas que sostenía en aquellos días en los que jugaba a atraparlas cuando se caían por el viento invernal.

Shen Yuan ya no poseía el nombre de Shen Qingqiu, pero el otoño todavía los unía. Shen Yuan extendía su mano hacia él en esos días donde el pasto se cubría de hojas secas. Luo Binghe todavía se reconocía en Shen Yuan. Los pájaros podrían migrar, pero su corazón permanecería. Luo Binghe estaba dispuesto a asentarse en el mismo lugar una y otra vez si era necesario, hasta que sus arterias se confundieran con las raíces de las plantas si eso era lo que se necesitaba para que alma de Shen Yuan se quedara a su lado.

El tedio de la espera había terminado. Shen Yuan, que era como agua y caía en los labios del sediento, que era como flores blancas que se esparcían en el cielo vacío, que era una caricia sobre la herida, era suficiente para que Luo Binghe se sintiera lleno.

Por la mañana, Luo Binghe despertaba al lado de Shen Yuan.

Luo Binghe pensó que Shen Yuan se sentía cálido, que ahora estaba dentro de la luz, que todo era deslumbrante de nuevo. Se llenó la boca de Shen Yuan.

Son ellos y la eternidad.

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