la vida de un alfa y un omega jamás era fácil cuando ambos se llevaban mal, mucho menos cuando eran vecinos.
- Bájale el volumen a tu guitarra.
- Tú dile a tu hermanito que deje de llorar- espetó el omega.
- No es mi hermanito... es mi hijo.
Ya ni recuerdo cómo salí de la clínica si apenas podía sentir mis piernas moverse. Mis extremidades pesaban como nunca antes, mi cuerpo y mi omega pedían acostarse a llorar; tirarme al piso no era una mala opción, pero sé que habían mejores. Apagué mi teléfono con una vista borrosa y decidí caminar lejos de todo, lejos de mi pena, lejos de la clínica, lejos del cachorro que nunca tendré.
No logro entender como no resultó. Dae se recostó en mi panza y sintió los latidos... o eso creo. No estoy seguro de qué está ocurriendo, pero definitivamente mi cachorro no estaba ahí. La doctora no podría ocultarme algo así. Pensé que tendría mi primer cachorro, con la persona que tanto adoro. Aún no comienzo mi procedimiento ya que necesitaba estar limpio, y justo antes de hacerlo, tuve mi duda de que quizás estaba embarazado.
Pero eran solo dudas... y hoy lo comprobé.
Había caminado cuadras y cuadras, mi mente ocupada y piernas cansadas me llevaron a un bar que estaba oculto en un callejón. Entré con mis ojos llorosos y me senté en una de las sillas que daban vista a donde estaba la ventana, el mesero se acercó a mí y me sonrió.
—Buenas tardes, señor, ¿qué va a pedir?
"Por favor... no beba alcohol... o consuma alguna droga"
—Y-Yo...
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