Nunca esperé nada de nadie, nunca me he aferrado a algo o alguien, tenía la idea de que todo lo que tocaba terminaba muriendo, mantuve ese pensamiento y esa visión de mí, mi falta de miedo y mi rencor a la vida me impedía distinguir correctamente lo bueno y lo malo de mis acciones, a pesar de que habían personas que me advertían de mis malas acciones, pero, habían otras que me alentaban a continuar, aunque haya seguido el camino y ha habido gente que me siguió sin dudarlo y gente que me tomaba prácticamente como una deidad, no he aferrado mi corazón a nadie, ¿quería hacerlo? No, pero si tenía que fingir amor por alguien, lo haría. Aveces mi soledad era la única compañía que aceptaba, otras veces era lo que más odiaba. Mi corazón se negaba a abrirse.
Perder y ganar, así era mi día a día; perder gente y ganar nuevos, aveces me hacía responsable, otras veces no, algunos ni siquiera sabía sus nombres, pero, agachaba la cabeza y aceptaba la responsabilidad de esas pocas ocasiones, de todas formas sabía que esas personas me seguían como perros falderos y protegían mi rostro de los que buscaban hundirme, eso era lo único que podía hacer por ellos ¿llorar? Me sentía incapaz de hacerlo, incluso cuando sentía que quería hacerlo, que podía dejarlo salir, no salía.
Sentarme en el techo del edificio a ver las estrellas era lo que mayormente hacía, los humanos creían que lo único que llegué a amar es la luna, no se equivocan del todo, al inicio la luna a mis ojos no era más que eso; la luna. Comencé a adorar la luna cuando fui capaz de sentir por primera vez, esa primera forma intensa de sentir y añorar algo con tanto fervor. Esa versión de mí no se compara a mi yo actual, son tan diferentes.
—Sé que estás tras la puerta, ¿qué quieres?
No necesitaba voltear, no necesitaba siquiera preguntar, sabía cuando había alguien observándome, no importa la situación, me tomaba segundos saber.—Señora... la esperan abajo, quieren que revise a las mujeres.
Mis ojos dirigieron su atención hacía abajo, los autos, motocicletas y algún que otro bus pasaban, ajenos a quién los observaba. La idea de saltar era tentadora a mi cerebro.
—Iré enseguida, que nadie las toque o las mire más de lo debido, no quiero tener que esconder a una por estar golpeada.
No recibí respuesta, solo el sonido de zapatos chocar contra el suelo, se iban alejando.
La fresca brisa movía los molestos cabellos que picaban en mi espalda y cuello, me daba una sensación de molestia y de relajación.
Dejé de perder el tiempo y me encaminé a pasos lentos y perezosos hacía dentro, estaba cansada, pero tenia que revisar esto yo misma, si dejaba pasar el más mínimo detalle todo podría terminar viniendose abajo.
–¿Por qué tiene un golpe en el brazo?
Señalé a una de las mujeres que estaban frente a mí, noté el pánico en los ojos de la pobre criatura.
—Es nueva, aunque tratamos de no dejarle ninguna clase de marca, su colaboración fue nula e intentó escapar, no tuve opción.
En ningún momento quité los ojos de la chica, era bonita, parecía una muñeca, pero estaba ultrajada, se notaba en su mirar. Me acerqué lo necesario para que no me tomase como una amenaza, al colocar mi mano sobre su mejilla pude percibir la frialdad de su suave piel. El ruido de piel con piel chocar de forma bruta hizo estremecer a las demás mujeres a los lados de este ser indefenso. Algo en mi estómago se removió, una sensación placentera me invadió al ver el rostro volteado y la nariz sangrante de la pequeña muñeca que había sido traída hasta mí.
—No te va a gustar mi forma de disciplinar, así que si deseas una convivencia pacífica conmigo te recomiendo que bajes la cabeza y evites dar problemas. Respetame y yo te voy a respetar, háblame bien y yo te hablaré bien, así es aquí, trato como me tratan, pero... si intentas desafiarme... bang.
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JUDAS
AcciónCuándo se habla de reinos o reinados, todos se imaginan un castillo, príncipes, princesas, reyes, reinas. Nunca imaginan más allá de eso y por esa misma falta de visión e imaginación es que esos términos sólo son usados en los cuentos de hadas. Mayo...