Para leer este relato es recomendable haber leído la Serie Sin Mar (disponible en Amazon)
En el tiempo, se sitúa al acabar la serie y antes de la serie Valientes (Ella, yo y la gran idea de ser valientes y Él, yo y la gran idea de encender París, disponibles en papelerías.).
Julieta
Miro el suelo por el que mi señor marido lleva paseándose horas. Como siga así, va a hacer un surco y verás qué risa cuando vengan a darnos la factura de los albañiles.
—Es increíble que tarden tanto —me dice en un momento dado.
Intento, por todos los medios, recordar que está de los nervios y no es de buena persona reírme de él. Eso y que es mi marido y estoy enamorada hasta las trancas, por eso le perdono que se haya olvidado de lo interminables que fueron mis partos.
—No te preocupes, poli. Ese niño no puede quedarse ahí de por vida. O sale, o desalojan.
—Y están con Eli —dice mi hermano con una sonrisa orgullosa—. Mi rubia sabrá convencerlo para que salga. Lo que esa mujer no consiga...
Pues no consiguió beberse cuatro chupitos de mi coctel especial de fin de año, quiero decirle, pero me callo porque, aunque no lo parezca, estoy aprendiendo que hay cosas que es mejor no decir en determinados momentos.
—Tiene razón, Diego —dice Amelia—. Erin no podría estar en mejores manos.
—En mejores manos estuvo hace nueve meses y por eso estamos como estamos —contesto antes de pararme a pensar.
Todos me miran y yo me encojo de hombros. ¿Qué? He dicho que estoy aprendiendo a callarme, no que lo consiga siempre.
—¿Podemos subir foto del niño a las redes cuando nazca? —pregunta Victoria, una de mis hijas mayores.
—Por supuesto que no —dice Diego—. Sabes muy bien que no puedes subir fotos de los menores de la familia.
—Lo que es una mierda, porque menores son todos menos vosotros, que sois viejos y no me servís.
Diego me mira con las cejas elevadas y me encojo de hombros.
—Ese ramalazo de niña repelente es tuyo, estoy completamente convencida.
—Vic, sé buena con papá, que está muy nervioso, el pobre —dice Emily.
—Esta, en cambio, ha salido a mí —respondo.
Y no entiendo en absoluto las risitas de todo el mundo, incluida la propia Emily.
—Además, tú también eres menor —sigue el poli diciéndole a nuestra hija—. Ni siquiera tú deberías tener las malditas redes.
—No haberme comprado el móvil.
—¡Yo no quería! Me lio tu madre.
—Todos en su clase tienen un móvil —me defiendo—. ¡Se supone que era para tenerlas controladas!
—Pues ya os digo yo que no la tenéis controlada —dice Emily.
—Cállate, Em. Recuerda lo que te digo siempre: a las chivatas no las quiere nadie.
Emily le frunce el ceño a su hermana y yo me aguanto la risa porque me encanta que mis hijos tengan una relación casi exacta a la que tengo yo con mis hermanos. Diego se pone de los nervios cuando los oye discutir, pero yo creo que es sano; significa que tienen tanta confianza y que no se guardan nada para sí mismos, incluso cuando el tema en cuestión los lleva a discutir. Y reconozco que, desde que las gemelas están preadolescentes, las discusiones son muchas. Muchas. Muchísimas. Viene una época movida. Menos mal que vamos a tener otro bebé en la familia. Me vendrá bien recordar el motivo por el que decidimos tener cuatro, y es que recién nacidos son una monería. Lástima que crecen, hablan y aprenden a pedir cosas.

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Relato. El día que nació el pequeño de la familia.
عاطفيةRelato de varios personajes de la serie Sin Mar, disponible en Amazon. Contiene spoilers de los libros :)