Capítulo 2.

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Me puse a hacer deberes de Historia del Arte. Tenía un trabajo pendiente para el viernes, y estábamos a martes. La verdad es que iba bastante bien de tiempo, yo solía comenzar los trabajos la tarde anterior, y acabarlos más o menos a las tres de la mañana de ese día- Estuve toda la tarde tratando de concentrarme, pero por algún motivo no podía. Me di cuenta de que aún llevaba la cazadora de Brian puesta. Sonreí como una idiota y la miré. La olí. Olía tan bien... Me abracé a mí misma, subiendo los pies a mi silla y haciéndome una bolita, y sonreí inconscientemente.

“¿Pero en serio vas a estar todo el rato pensando en ese imbécil que juega con las tías?”

No, mierda. La voz de nuevo no. No.

“¿Qué esperas, que te pida ir al baile con él? Maldita ilusa.”

Cállate, déjame en paz.

“Solo intento que no salgas malparada de esta, como con…”

¡Calla, por favor!

“Como con Mike.”

Al oír el nombre de Mike aunque solo fuese en mi cabeza rompí a llorar.

Mike era mi ex, el cual me había engañado más de cinco veces en los tres meses que duramos. Yo le amaba, le amaba de verdad. Nunca amé a nadie como lo amé a él, y dudo que lo vaya a hacer algún día. Aunque hayan pasado otros seis meses, no me lo quito de la cabeza, es imposible. Me dejó una tarde de julio, por mensaje. Y no lo he vuelto a ver desde entonces, puesto que él va a la otra escuela de Huntington, la privada… Tampoco he salido mucho, entre las clases y que mis ánimos están rozando las profundidades terrestres, si veo a mis amigas es para quedarnos en casa viendo series o una peli. Estoy saliendo de una profunda depresión en la que caí, una depresión que convirtió mi vida en una espiral en descenso.

Desde entonces, tengo serios problemas de autoestima, y el primer mes me llevaron al psicólogo por autolesión. Recuerdo aquella mañana de agosto, cuando me desperté con mis padres sentados en mi cama y mis brazos cubiertos de heridas y sangre seca de la noche anterior. Mi rostro estaba frío a causa de que se hallaba empapado en lágrimas. Ellos me miraban con expresión demacrada, mi madre lloraba y mi hermano también. Esa imagen tuvo que ser horrible para ellos.

La psicóloga me ayudó mucho, pero aún ahora sufro ataques de ansiedad, que según el día son terribles, aterradores. En ocasiones es muy difícil contenerme a buscar una cuchilla por pequeña que sea y liberarme; aún así no lo he vuelto a hacer desde aquella noche que me dormí cortándome. Tampoco creo que lo vuelva a hacer aunque solo sea por no volver a ese antro que llaman psicólogo y por no hacer sufrir a mis seres queridos.

Y aquí estoy, llorando porque he conocido a un chico que parece que me hace un poco de caso y apenas conozco de nada.

Estuve media hora tirada en el suelo, abrazando mis rodillas y llorando sobre mi peluche favorito, hasta que mi puerta se abrió.

Era Matt.

-La cena está lista- levanté el rostro y vio mis lágrimas. Se acercó casi corriendo hacia mí y se agachó a abrazarme.- ¿Qué ocurre, bicho?

-No es nada, es… Es mi cabeza- gimoteé. Me abrazó más fuerte y besó mi pelo.

-No estás sola, hermanita, recuérdalo.

Estuvimos dos minutos abrazados y yo sin cesar de llorar.

-¿Para qué habías subido?- sollocé.

-Ya es hora de cenar, anda, baja- me cogió en brazos como a un koala y bajamos las escaleras.

Empecé a poner la mesa.

-¿Y mamá y papá?- pregunté.

-¿No te acuerdas? Salen para Florida esta noche, vuelven mañana por la noche.

What a beautiful mess.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora