Prefacio.

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La luna centellaba su gloria en clara muestra de superioridad, el cielo nocturno se deprimía en su soledad, puesto que ninguna estrella le acompañaba en su encomienda; la orquesta tarareaba sus piezas con monótomia inferior, como de quien repite sin ánimo lo que ha ensayado un centenar de ocasiones, después de todo, era ya toda una cotidianidad para con esta clase de eventos sociales.

Se trataba de una velada más, tan detestable como sus predecesoras. Los indeseables invitados recorrían la estancia fingiéndose refinados, exhibiendo sus riquezas con vulgar descaro; Han Sooyoung, lo más ajena posible del tumulto, se encontraba fastidiada (por decir lo menos).

El lujoso vino intoxicaba su paladar, ya había perdido la cuenta de sus copas, pero no le importaba en los más mínimo. Cabe destacar que su tolerancia al alcohol era admirable, menos mal que le sería de gran utilidad.

Era otra de las tantas fiestas que organizaban sus padres, y a la cuales por obviedad estaba obligada a asistir, en especial en esta noche: era en honor a su persona. Un año más cerca de la tumba, ¿no era simplemente fantástico?

Siguiendo el código de etiqueta, se hallaba ataviada con un elegante vestido teñido de oscuridad, que resaltaba su silueta femenina, así como brindaba un toque seductor debido al encaje de su espalda. Al menos, agradecía no tener que presentarse con un vestido de princesita en tonos rosados, como le hubiera encantado a su madre.

Oh, y hablando de la tirana asquerosamente rica, se acercaba peligrosamente con un caballero a su costado.

Han Sooyoung rodó los ojos con desprecio, los intentos de sus progenitores por conseguirle cónyuge eran fútiles, prácticamente ridículos. No tenía ni el más mínimo interés en el matrimonio, ya sea por anhelo romántico o mero interés económico, no era lo suyo.

Los pasos llegaron a su destino, y antes de que su madre pudiese pronunciar palabra alguna, Sooyoung fue más audaz, su lengua pronunció la primera excusa que pudo formular correctamente.

—¡Oh, no puede ser! —exclamó con una sobredosis de drama—. Mi pareja seguramente ha de estar buscándome, si me disculpan...

Y así, a toda prisa, escapó. Con un andar precipitado, pero no lo suficiente como para correr riesgo de deslice, ante todo debía considerar los centímetros de más que le elevaban las zapatillas, si calculaba con negligencia habría más de un herido.

Pese a ello, la pesada mirada de su madre le siguió, en clara señal de reproche. La cumpleañera reconocía que, a menos de que cumpliera sus falsas palabras, no tendría paz durante toda la madrugada.

Maldiciendo, tuvo que aceptar que necesitaba un acompañante, uno poco diestro en la retórica era preferible, ya que sus ánimos por entablar una conversación eran precarios. Dio inicio a su búsqueda, la poca nitidez le jugó en su contra, pero era demasiada testaruda como para rendirse con semejante facilidad; todo el mundo parecía sumido en sus propios asuntos, no era de extrañar ya que una festividad de esta magnitud se traducía en la disposición por ampliar la red de contactos propia.

Su campo de visión poco confiable localizó al mejor candidato, la búsqueda podía darse por sentada si su plan obtenía resultados fructíferos. El joven en cuestión se mantenía erguido, acomodado sobre uno de los asientos más aislados del aposento, en un sitio prácticamente desolado. Su temple calmado despertó su envidia, ¿por qué no podía estar tan relajada como él? Y, para colmo, parecía bastante complacido con el libro que traía entre manos, sus deseos por arruinar aquella concentración nacieron en consecuencia.

¿Quién demonios leía en una fiesta?

Casi quería reír, el sujeto le agradaba, solo un poco.

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⏰ Última actualización: Nov 07, 2022 ⏰

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