-Capítulo 5

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Christopher se levantó luego de unos minutos de descanso.

Candy lo observó desnudo y sublime. Su espalda trabajada era lo de menos; sus nalgas y muslos eran enormes si los comparaba con los de alguien más y eso le formaba una sonrisa en su rostro. Él era verdaderamente bello.

Christopher tomó algunas cosas de su repisa: cuerdas rojas.

—Supongo que sí leíste los libros que te envié por correo —habló él, regresando a la cama mientras desenrrollaba la cuerda.

—Hum...

—Y que también practicaste con el video.

Cierto. Luego de que él le dijera sobre su práctica en el bondage, le mandó un libro por correo donde se instruía sobre los nudos y un video sobre cómo hacerlos. Realmente eran de los más sencillos, porque Chris tampoco quería inundarla con lo más difícil, todo debía ser poco a poco.

Candy lo leyó y estuvo intentándolo durante unos días, a sus ojos los nudos estaban correctos, pero no creía estar lista aún para atar a alguien. Porque al parecer eso es lo que estaba a punto de suceder.

—Sí. Pero no estoy segura de...

—Tranquila, yo te guiaré.

Christopher le entregó las cuerdas, él se posó frente a ella una vez que estuvo de pie también y le dio la orden para empezar las ataduras.

El shibari era algo emocionante. La delicadeza y concentración que la práctica llevaba con cada desliz del nudo era fascinante. Y cuando Candy acertaba en la mayoría de direcciones a las que llevaba las puntas de las cuerdas, Christopher quedó fascinado con su rápido aprendizaje.

Los nudos dejaban expuestos y marcados sus pectorales; se sujetaba del cuello y esos amarres le cubrían por completo los brazos que cruzó por detrás de la espalda a la orilla de sus costillas.

Las cuerdas que comenzaban a apretar en zonas específicas le empezaba a causar muchas sensaciones. Observó a Candy, y su mirada que destilaba tranquilidad mientras el libido crecía entre ambos cuando los roses; arriba abajo y de lado a lado paseaban por su piel en cada ajuste lo hicieron sonreír un poco.

¿Cuántas veces no deseó a una mujer como Candy? Candy era preciosa, con honor y paciencia; antes para él era inalcanzable. ¿Cuántas veces, de ahora en adelante, iba a poder disfrutar su piel?

Él se subió a la cama y como pudo gateo sobre ella hasta sentarse al medio.

—Mi dulce Candy —formuló en una voz como su rol de ese momento: sumiso.

—Ahora las cartas están invertidas, ¿no es así? —voz seductora y mirada autoritaria.

Candy dio pasos dolorosamente lentos de lado a lado como un león enjaulado y hambriento. Se sentó después frente a la cama, justo en ese sillón de terciopelo rojo oscuro que adornaba la habitación.

Christopher de repente se sintió tan pequeño y vulnerable con tan solo una mirada.

Candy abrió las piernas y dejó ver su intimidad bajo las intensas luces rojas de la habitación, y él no soportó las ganas de mirar aquel regalo que lo dejaba con la boca seca.

—Ahora tú vas a torturarme —aseguró él, burlándose de sí mismo y agachado la mirada.

—Por supuesto —respondió—. Trataré de volverte loco hasta el punto donde te sientas a explotar.

Se mordió los labios y con sus dedos dio caricias alrededor de su mentón, descendió por su cuello a sus clavículas y nuevamente bajó hasta sus pechos; acarició sus pezones mientras observaba a Chris tragar grueso en repetidas veces. Entonces ella se tocó la intimidad.

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