Asalto en el Muelle

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Una máquina acorazada que en otro tiempo habría sido considerado como material militar descansaba en los muelles de La Ciudad, enviado en respuesta de una orden para investigar el tráfico de armas de la zona. Eva salió de la cabina del coche monoplaza vestida con su armadura reglamentaria, encendió su comunicador y contactó con el investigador al cargo y el Departamento de Seguridad.

– Ya he llegado a los muelles, todavía no he hecho contacto con los sospechosos.

– Recibido agente Constanza, el agente Castilla le dará la información recabada. – Contestó el enlace con la oficina.

– Hola Eva, ¿estás preparada? – Castilla dijo por el aparato, hablándole a la mujer con familiaridad.

– Ya me conoces, siempre estoy preparada.

– Los músculos sois todos iguales, siempre con ganas de lanzaros de cabeza a la boca del lobo. – El investigador dijo con humor, en referencia a la sección a la que pertenecía la agente. – A veces me pregunto si no os dedicáis a esto para poder buscar problemas sin acabar entre rejas.

– Si te soy sincera, abrir cabezas es una forma fantástica de liberar la tensión. – Eva le dijo al hombre con el mismo tono de humor. – No sabes cuánto me ahorro en terapia gracias a esto.

La mujer nunca supo que quería ser, pero las pruebas de orientación profesional siempre le habían prometido un buen futuro como brazo ejecutor de la ley, así que cuando la decisión no pudo ser pospuesta más tiempo y tuvo que elegir, siguió su consejo y se unió a la policía de La Ciudad. Sus aptitudes físicas la llevaron a formar parte de los "músculos", los agentes encargados de enforzar las leyes, que actuaban a la vez como fuerzas de choque individuales. Como todos los demás de su rama, pasó el intenso régimen de entrenamiento y la inyección de hormonas para aumentar su masa muscular y se convirtió en una ejecutora de la ley. En aquella noche cargada de niebla, nuevamente era su deber cumplir con su papel

– Agentes, les ruego que tengan seriedad – El contacto del Departamento les interrumpió, instándoles a la profesionalidad. – Pueden volver a los términos familiares tras la operación.

– Recibido. – Respondieron ambos agentes, cambiando a un tono profesional.

– Agente Constanza, la investigación ha concluido que los traficantes se encuentran reunidos en una nave industrial gestionando un cargamento de armas. – Castilla informó a su compañera con fría seriedad. – Es un grupo mediano que espera abrirse paso en el mundo criminal, por lo que no esperamos que cuenten con equipo extraordinario. Sin lugar a dudas están armados, por lo que recomiendo precaución.

– Central, ¿qué fuerza estoy autorizada a usar? – Eva preguntó mientras se ponía su casco.

– Les necesitamos vivos para interrogarles y descubrir a su proveedor, la fuerza letal sólo está autorizada en caso de último recurso para protegerse, agente Constanza.

– Recibido. – La mujer respondió mientras abría la armería del vehículo, donde todos los aparatos descansaban en perfecto orden. Tomó su rifle de asalto y cargadores de munición antes de volver a dirigirse a su contacto con el Departamento. – Solicito el uso del dron araña en la misión.

– Permiso concedido, su uso ha quedado registrado.

– Gracias Central. – Después de sus palabras, Eva extrajo el aparato y su mando y lo depositó en el suelo. Ante sus comandos, el robot se encendió, desplegó sus piernas y se incorporó, a la espera de sus órdenes. – Estoy preparada para actuar.

Siguiendo las instrucciones que le proporcionaron al oído, Eva avanzó hasta un almacén cercano. Sus botas acorazadas golpeaban el suelo con cada paso que daba. A una prudente distancia del edificio, mandó primero al robot, que se acercó sigilosamente y entró por una ventana abierta. A través de la pantalla pudo ver lo que percibía el aparato, confirmando la presencia de armas de fuego en el interior.

– Puedo ver las armas. – La mujer anunció a sus dos contactos. – Hay cinco personas dentro.

– Recibido, tiene permiso para actuar.

– Entendido. – Eva respondió y ordenó al robot liberar unas granadas de humo que inundaron el lugar antes de ponerlo en modo de ataque automático. Quitó el seguro de su rifle y cargó contra la puerta del edificio, con una mente fría y calculadora. – Voy a entrar.

De una patada derribó la puerta. Podía ver a través del humo gracias al sensor térmico de las gafas de su casco, que detectaba a los objetivos por su calor corporal, y disparó ráfagas contra dos confundidos enemigos. El robot había lanzado una descarga eléctrica a la persona más cercana, y ahora se dirigía a por su siguiente objetivo.

En una película, el protagonista habría dicho una carismática frase con la que infundir miedo a los criminales, pero aquello era real, y si Eva se hubiese molestado en hacer eso habría perdido valiosos segundos y recibido un balazo. Tenía que pensar cada uno de sus movimientos con cuidado y moverse como un letal depredador, como una pantera que saltase por sorpresa a por su víctima. Gracias a esta actitud había eliminado a cuatro de los cinco hostiles, y el último cayó de una ráfaga cuando intentó levantar su arma contra la mujer. El silencio se hizo con el lugar, y Eva procedió a examinar el resto del almacén en busca de gente que no hubiese visto. El robot araña vigilaba desde el tejado, buscando junto a la agente, que no pudo evitar ser embestida por un último enemigo. Una máquina humanoide la había tirado al suelo y le pegaba con la fuerza de un martillo pilón. La armadura absorbía los golpes, pero no podía esperar a que cediese y se quitó al robot de encima de una patada. Instintivamente lanzó una granada de pulso electromagnético, que detuvo al aparato en su sitio mientras la mujer desenfundó la pistola y vació el cargador de munición penetrante, poniendo fuera de juego a la máquina.

– Central, había un robot de seguridad en el almacén. Está neutralizado, y los criminales están inconscientes, solicito un vehículo para transportarlos para su interrogación.

– Afirmativo, buen trabajo.

– Gracias Central.

– Voy a coordinar el transporte. – Dijo el contacto con el Departamento antes de cortar su comunicación.

– Hace tiempo que no nos vemos fuera del trabajo. – Castilla le comentó a la mujer. – ¿Te apetece salir a cenar?

– Siempre y cuando elija yo el lugar, que tienes gustos raros.

– Todo el mundo es un crítico. – El hombre respondió irritado. – Lo que pasa es que ninguno tenéis gusto.

Asalto en el MuelleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora