2: The Death

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LA MUERTE

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LA MUERTE

Ya habían pasado mucho tiempo jugando cuando se escuchó un fuerte ruido fuera de la cabaña.

—Oh, ya llegaron tus papás. —dijo Gareth, levantándose del suelo.

—No, esos no son mis padres. —dijo Willow, muy asustada.

—¿Cómo sabes que no son tus padres?

Willow parecía indecisa y totalmente aterrorizada.

—Porque te mentí. Yo no tengo padres, los del pueblo los quemaron por brujería. Vivo con mi tío, pero él es mala persona y debería estar trabajando —susurró, con lágrimas en los ojos. —. Lo siento, no quería mentirte pero tampoco quería que te alejarás de mí como los demás niños.

—Yo... Mmm... No te preocupes, no estoy enojado contigo... —dijo Gareth, a punto de decir otra cosa más, pero otro ruido mucho más fuerte se escuchó.

Ambos corrieron hacia una ventana que tenía la madera rajada, para poder ver lo que había afuera.

Era un hombre, parecía furioso y caminaba tambaleante. En un momento tropezó en el suelo con una roca morada que tenía brillos dorados.

—¡Le dije sobre ti, mocosa! Ella es... No tiene.. ¡Pedazo de mierda con brillantina! —gritó de repente, asustando a los niños que intentaban entender los balbuceos que salían de su boca. —¡Le voy a enseñar...! Con mayores razones... No tendrá piel... Que pena... Que pena...

Se levantó de un salto del suelo y se encaminó hacia la cabaña.

Gareth y Willow rápidamente retrocedieron. Willow golpeó un gran jarrón pero justo antes de que toque el suelo, Gareth lo agarró y, lentamente, lo dejo en su lugar.

Willow susurró un «gracias» y luego agarro su mano y casi arrastrandolo hasta una pequeña alfombra.

Abajo había unas maderas que Willow sacó, revelando un hueco bastante ancho pero poco profundo. Ambos se metieron y se escondieron justo cuando el hombre abrió la puerta.

—¡Niña! ¡Pedazo de zapatilla hedionda! ¡No tiene casa! ¡Ja, ja! Vuelve aquí... ¡Ya te ví! ¿Te escondes? ¡Te harás en los pantalones! ¡Ja, ja! Ni siquiera tienes dinero. ¡Ven, mi sándwich de uvas!

El hombre caminó por toda la cabaña, murmurando más y más cosas sin sentido, cambiando su tono de voz y ánimo.

—No miento, ¡no miento! ¡Yo te vi! ¡Cuándo estaba cazando! —decía desesperadamente, como si le estuviera rogando a alguien. — Te dije claramente... Yo no quería y lo que te pasaría... No vuelvas, ¡no me grites! ¿Qué haré yo ahora?

Agarro una botella y la tiró a algún lugar que Gareth no llegó a ver.

—Vive en esa niña... ¡Te lo juro! Tus estúpidos juguetes de niño... ¿Ves lo que provocas? ¿Crees que puedes... jugar conmigo? Se acostó con ella... No tienes pruebas... Fallaste... Fallaste... Fallé... Te fallé, Matteo.

El hombre se tiró al suelo, llorando desconsoladamente. Rascaba la madera con fuerza, haciendo sangrar sus manos.

Hasta que de repente se detuvo, levantó su cabeza mirando algo que ni Gareth ni Willow podían ver.

—Me arrepiento, ¡me arrepiento! ¡No te la lleves! ¡No me la mates! ¡No me odies, María! ¡No vuelvas! ¡No vuelvas!

Luego la vieron. Una anciana de cabello largo y blanco, con la piel destruida y grandes ojeras.

Caminó hacia el hombre y le clavó una daga en el cuello.

Una, dos, tres, cuatro, quizá fueron cinco o seis, pero Gareth no pudo seguir viendo y apartó la vista.

El cuerpo azotó la madera, la sangre goteó entre sus separaciones y huecos. Willow estuvo a punto de gritar, pero se tapó la boca de inmediato.

La anciana comenzó a recorrer la cabaña, de una forma aterradoramente silenciosa. No tocaba nada, sólo miraba por encima y continuaba caminando con pasos lentos.

Gareth pudo reconocer un pequeño, casi imperceptible sonido de dos maderas refinadas chocando, eso significaba que la anciana estaba en la habitación de Willow revisando los juguetes de madera y aunque la cabaña era pequeña, por la velocidad y agilidad de la mujer no podría alcanzarlos si comenzaban a correr afuera de la cabaña.

Debían aprovechar ahora que tenían la puerta de salida despejada antes que la mujer se le ocurra cerrarla. Gareth y Willow estaban de acuerdo que la cabaña no era un lugar seguro, incluso si se escondían abajo del suelo, eventualmente la anciana los encontraría.

—Tenemos que salir de aquí —susurró Gareth. —. Vamos a mi casa, quizá mis padres ya estén allí y nos ayuden.

Willow asintió, todavía asustada y juntos quitaron las maderas. Primero silenciosamente, luego la desesperación pudo con ellos y terminaron arrojandolas.

Intentaron no mirar el cuerpo del hombre, que tenía la mirada vacía y estaba cubierto de sangre.

Corrieron hacia la puerta, escuchando los pasos sorprendentemente rápidos y ágiles de la anciana justo a sus espaldas, tan cerca que por un momento sintieron una respiración pesada en sus nucas hasta que salieron por completo de la cabaña y el aire fresco los abrazó.

Sin embargo, jamás miraron hacia atrás, temían profundamente lo que sucedería si hacían un mínimo movimiento que baje su velocidad, que haga perder el equilibrio o que los desvíe de su derecho camino.

Así que siguieron corriendo hacia el frente, sin descanzar y apenas respirando, con destino en la casa de Gareth.

✶✶✶

No puedo creer que escribí esto cuando tenía once y para un proyecto escolar... ¡¿en qué estaba pensando?!

- O&S

La Niña del Manto Rojo [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora