Salva a las abejas

22 3 0
                                    

Y entonces distingues las letras del cartel: SALVA A LAS ABEJAS. Si salvo a las abejas salvo a la humanidad, piensas. ¿Pero a ti quién te salva si apenas puedes correr? Aquello, que tanto miedo ha dado a la humanidad, se acerca más y más a ti, con paso firme. apresúrate, escapa. En dónde está Débora, piensas mientras volteas la mirada como buscándola. Ella siempre te salvó, desde pequeño. Pero esta vez no, ya no. Corres.

Un helicóptero cimbra las ventanas de los rascacielos en donde intentas esconderte. ¡No sirven de nada, también han sido tomados! Lamento decirte que es inútil. ¡Tienes que correr más rápido, te han descubierto! Estornudas.
Doblas a la derecha en la siguiente esquina, después a la izquierda. No hay escape. Todas las avenidas de la gran ciudad conducen al mismo sitio. Nunca te había dejado solo. Si tan sólo ella estuviera aquí habría esperanza. Tal vez capturaron a Débora, piensas. No, no ella. Seguramente logró esconderse, seguramente resistirá. Pero tú, tú qué puedes esperar si la fatiga apenas te deja caminar. Caminas.

Escuchas las sirenas de las ambulancias, están por todas partes. La ciudad está vacía. Se están acercando. Las calles están desiertas, eso te hace pensar que eres el único ser con vida. Y Débora, claro, ella no puede morir. ¿Cómo podría perecer si más de una vez te salvó, aun sin merecerlo, ella siempre estuvo allí, desde siempre. Aunque nunca la escuchaste, aunque nunca la escucharon.

Cae la noche y con ella, caes de rodillas. Tu cuerpo no para de temblar. Lo ves, te han alcanzado. Con desesperación se acercan a ti. La respiración te abandona. Piensas que solamente podría salvarte ella, pero no esta vez, ya no. Tus gritos son espectrales. Exhalas.

Miles de años consumidos en tan sólo unos días. Qué esperabas, si siempre supiste que todo terminaría así. Mira, anduviste en círculos, de nuevo aquel cartel: SALVA A LAS ABEJAS. Sin ellas, qué sería del mundo. Sin Débora, piensas. Sin ti. ¡Quién te salva a ti y a la humanidad!

Sus ojos son como siempre los imaginaste, rojos. Sabes que te consumirán en segundos, por eso lloras. Ha pasado miles de veces con otras personas, ya conoces su método: te tomarán, clavarán sus membranas en tus pulmones y te matarán. Te faltará la respiración. Tal vez no duela. Cierras los ojos, Débora está por llegar, pero no ha tiempo, no esta vez. Mueres.

Débora llegó al amanecer, pero sólo encontró un famélico cadáver. Qué interesante, pensó Débora al notar que, en lugar de sangre, aquel cadáver vertía miel. Interesante, repitió, al ver como una pequeña abeja, de aquella miel, se alimentaba.



Eli Abraham Escobedo González

CHECA MI CANAL DE YOUTUBE 👀:

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Dec 02, 2021 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

SALVA A LAS ABEJASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora