Regando un deseo.

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Tarareaba. Su imborrable sonrisa impregnada en los dientes, tan fastidiosa para el menor que le provocaba querer arrancarla. Sin embargo, como en toda ocasión, se contuvo. Esta vez el motivo iba más allá del autocontrol, iba con un sentimiento malicioso.

Arthur apareció allí en la distancia y el pequeño Berth bajó de la silla con un salto. El artista lo vio pasar a su lado, pensativo. Internamente admitió que, por más cruel y malnacido sea el enano, tenía su gracia natural al andar con paso firme y la ropa prolijamente arreglada. Centrándose en la habitación, notó la sorprendente decoración cálida y hogareña. El espacio era bien proporcionado entre sillones, los muebles parecían tener souvenirs de diferentes universos, desde Flores Eco en miniatura hasta un cráneo perteneciente a un Temmie, y finalmente sus pupilas se detuvieron en el secuestrador. Estaba regando las flores de una maceta.

Parpadeó varias veces, sin comprender. Porque había algo extraño allí, algo que no tenía sentido. Todo era de papel, exceptuando a Mistery y su regadera. Las flores de papel pegadas a un cartón comenzaban a decaerse por la constante lluvia artificial.

A este punto el joven artista, el cual era el más sensato entre todos, no sabía qué pensar de su día a día con ellos. Cuestionó por unos segundos si acaso debía interrumpir esta escena sinsentido o debía dejarlo ser. Se rascó la cervical, dudando, hasta que se decidió por acercarse.

  —Eh, Mistery. ¿Estas... —El mencionado, que estaba de espaldas regando, volteó su cabeza y al artista se le cortó la respiración ante lo que vio: sus pupilas estabas distorsionadas. — ...bien?

Todo ser que habite un tiempo en el museo o en la vivienda perdida en medio de la nada donde se hospedaban, sabía bien qué significaba aquello. Significaba caos, pues el secuestrador oía voces desagradables que lo hacían entrar en un estado de descontrol. Era peligroso, después de todo, las voces fueron la principal causante de su locura. La parte divertida de toda la situación era que el artista no conocía ese curioso detalle, pero podía intuir que no era algo bueno.

El de pupilas moradas no habló, sólo mantuvo su sonrisa, espectante de las acciones de Arthur.

  —Creo que mejor me voy. —Consideró con prudencia, retrocediendo pasos lentamente. En cuanto sintió que estaba cerca de la puerta, dio media vuelta.

Sin embargo, interrumpieron su intención de largarse de allí. Con un agil movimiento, una cuerda lo envolvió hasta inmovilizarlo y casi se cae cuando lo tironearon hacia Mistery. Su espalda chocó contra el pecho del mayor, sorprendido.

  —¡¿Mistery, qué-

  —Awww, eres tan limmmdo, Arthuritou. —Sus palabras se arrastraban cual gusano. De inmediato el menor comprendió algo que le produjo arcadas: estaba abrio.

  —¡Mistery, apestas a vino! ¿Cuánto estuviste tomando? —Cuestionó, conteniendo sus animos de vomitar. No le gusta el alcohol.

El contrario, sin hacerle caso, lo abrazó y restregó su pómulo contra el del artista. Quería huir a toda costa.

  —¿Me pintas un dibujito? Quiero uno de un gatito junto a Berth. ¡Uno de rayas verdes! Así combina bien bonitou. —Posó su cabeza en el hombro del joven pintor y, guiado por su olfato, acercó su nariz al cuello. — Hueles a pintura. Pero no uno intenso, sino más suave y... Dulce.

—Mistery, realmente aprecio mi espacio personal. —Forcejeaba, pero no tardó en detenerse al notar lo en vano que resultaba.

—¿Cómo decía? Ah, sí. Un gatito de rayas verdes. ¡Oh! No te olvides de trabajar los celestes intervalados con verde claro, y los oscuros en el fondo para que mi pequeño Berthy resalte en el cuadro.

—Espera, —intervino interesado.— ¿Sabes algo de pintura y composición?

—¿Sabes? —Continuó sin prestarle atención a su pregunta.— Berthy me dijo que regara esas florecitas. Que si lo hacía bien, me ayudaría con las voces. No lo hace desde hace meses, pero tengo la esperanza en que esta vez será diferente. Me ayudará. Yo lo sé.

—¿Voces? ¿Cuáles voces? Mist... ¡Ey, no, espera! —Exclamó cuando el mayor, dormitado, comenzó a caer. Arrastrando al artista en el proceso. El menor cerró los ojos esperando el impacto, pero su caida fue amortiguada por el somnoliento morado. — ¡Ya sueltame, por favor!

Abrió los ojos y allí en la distancia, en otra habitación, podía ver a Berth con las manos en los bolsillos. Sonriendo divertido por la patética escena. El artista deseaba estrangularlo en ese preciso momento.

  —¿Ya te has dormido? —Preguntó el artista en cuanto oyó la relajada respiración del mayor.

  —Sí, se ha dormido. —Respondió el menor, acercándose. — Y creeme, su agarre es lo suficientemente fuerte estando dormido que no podrás librarte sin ayuda. Una pena que jamás obtengas esa ayuda. —Se burló Berth.

  —Juro que colmas mi paciencia.

  —No busco lo contrario. —Confesó.— Disfruta tu abrazo de oso, no despertará hasta el día siguiente.

  —¡Pero apenas ha pasado el mediodía!

  —No es mi problema. —Contestó, dándose media vuelta.

  —¡Espera! —El menor no se detenía.— ¿Realmente le has dicho que si regaba esas plantas de papel le ayudarías con las voces? ¿Por qué te fuiste? Lo que Mistery hace no está bien, eso es claro, pero dejar a un hombre a su suerte en ese estado es...

  —Arthur. ¿Acaso estás cuestionando mis métodos? —Detuvo su andar.— ¿Con qué derecho? —Soltó una risa similar a un resoplido.— Dime, ¿Has visto anteriormente su estado? Los gritos, los lamentos, los susurros y delirios. Los impulsos violentos. Oye voces. Y esas voces ordenan, ¿Y Él? Él debe acatar las órdenes. —Pronunció una media vuelta y lo miró desde arriba, provocando un aura no digna para un niño de su edad.— Dijo que hace meses no le ayudo. Eso es una mentira. Lo hago, pero no con caricias y cariño como él desea. No tengo amor para ofrecerle, pero le soy práctico y eso debería bastarle. He puesto somniferos en su vino para dormirlo hasta el día siguiente, me aseguré que sea la medida correcta, porque su estado dura un día.

  —Pero una persona así no necesita ser tratado con mano dura. Deben ser compasivos con él y cuidarlo con afecto. El apoyo es muy importante... —Opinó, sintiendo cierta pena por el mayor.

  —Entonces, dale cariño tú. Pero a mí no me mires.

El artista abrió la boca, pero las palabras no salieron. No sabía qué contestar ni qué acción tomar, y sólo vio al menor marcharse por la puerta. Consideró muy seriamente conseguirles un psicólogo y psiquiatra multiversal, si es que acaso existían. También pensó con un poco más de seriedad lo que representaría la tortura mental que sufría en cada episodio Mistery. Bajó la mirada y decidió acurrucarse como pudo en el pecho del mayor.

Quizá... pueda ayudarlo. Quizá le de ese afecto que tanto le falta, ese compañerismo. Quizá y sólo quizá.

O eso consideró hasta que el mayor eructó y todo el aroma a vino inundó las fosas nasales del artista, produciendole una cara de asco y que se retorciera como un gusano buscando salir.

  —¡Mistery, detesto el alcohol, suéltameeeeeeee!

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⏰ Last updated: Dec 01, 2021 ⏰

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