Somos niños jugando.
Jugando a ser los reyes,
jugamos a ser felices,
sin darnos cuenta de que
no todo es comer perdices.
Llegará un momento en el que
nos detengamos y
nos daremos cuenta de cómo realmente es la vida.
Esa vida, y de todas las paradas que nos comienza a dar.
Esa vida que odiaremos tanto.
Esa vida en la que por la noche,
en cada llanto,
desearemos volver a esa ignorancia
creyendo ser felices.