ᵒʰ ʷᵉˡˡ, ᵗʰⁱˢ ᵈᵉᶜᵉᵐᵇᵉʳ ⁱ'ˡˡ ʳᵉᵐᵉᵐᵇᵉʳ

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Sus ojos ardían

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Sus ojos ardían. Sayori no supo diferenciar si el dolor venía de la falta de sueño, el llanto o el fuerte frío que despertaba a todos en esa mañana del 31 de Diciembre. Las calles vacías se sentían incluso más gélidas que el viento mismo. Estaba sola, pero la música de las luces navideñas se sentían como murmullos que la atacaban por la espalda. Se sintió observada, criticada, juzgada, pero estaba sola. Sayori estaba acostumbrada a estarlo, al menos hasta antes de este Diciembre, donde Monika se propuso acompañarla todos los días. Quizá fue por su fallido intento de suicidio en el mes pasado. Sí, debe ser eso porque nadie le presta atención a menos que esté en peligro. Solo en sus momentos más oscuros puede ver la luz.

Pero era propensa a quedarse ciega cuando es brillante. La hacía sentir inútil y miserable, más de lo que ya era antes. Era tan patética, que necesitaba a una niñera para mantenerse con vida. Sayori no quería ser una carga para Monika también. Porque, entre menos atención le pongan, mejor. Simplemente no valía la pena perder el tiempo por alguien como ella, aunque su corazón anhelaba la compañía.

Una lágrima casi congelada se perdió al final de su barbilla. El nudo en su garganta volvía a formarse. Sacó un poco de su frustración en un suspiro para calmar sus emociones. No podía llorar, no cuando estaba a punto de verla, porque se preocuparía; aunque, por la llamada que tuvieron minutos atrás, podría decir que Monika ya estaba alterada. Sayori también siente la ansiedad creciendo desde su pecho, porque aprendió a ser igual a los demás. Sus amigas le decían que solo era su fuerte sentido de empatía, cosa que se obligaba a creer, sin embargo, en el fondo sabía que había algo más. Ella solo podía estar bien si los demás lo estaban. Pero ni siquiera así lograba salir de su depresión.

Vivía en ese estado deplorable desde hace tiempo. Jamás le prestó tanta atención y evitaba hacerlo al darle todo su tiempo a quienes la rodeaban. Era un buen mecanismo de defensa con solo una falla: en Diciembre nadie la necesita porque sus familias cumplen ese labor. Es entonces cuando sus demonios vienen a hacerle compañía en aquella solitaria casa a la que llamaba hogar erróneamente. Un lugar donde siempre hacía frío, incluso en las tardes más calurosas de verano. O quizá era ella quien tenía piel de hielo, igual a los muertos porque carecía de una vida, de una escencia, de una alma. Igual que el Olmo Blanco artificial que decoraba la curva al final de la calle. Con la falsa alegría y vitalidad de un roble y la belleza de un cerezo; ambos, Sayori y el Olmo, lograban engañar con las apariencias. Los dos estaban vacíos por dentro.

Aunque, las estaciones se encargan de intentar cambiar sus opiniones sobre sí mismos. La ojiazul es la única quien se deja influenciar por ellas. En Primavera, se deja contagiar por los aleteos entusiastas de las mariposas o el armonioso cantar de las aves que visitan a aquél árbol y piensa que la vida no es tan amarga. En verano, permite que la lluvia que los cubre a ambos quite de su cuerpo el polvo que habita en su mente, mientras queda cegada por el reluciente brillo del plástico que el Olmo presume con orgullo y piensa que quizá aún conservan algo de vida en su interior. En Otoño, cuando los colores naranjas se reflejan en las hojas blanquecinas del árbol, y en el azul cielo de sus ojos, ve pasar el ciclo de la vida con admiración y piensa que quizá no está apreciando lo lento que va el reloj. En Invierno, a ninguno de los dos les prestan atención, pero el Olmo sabe adaptarse. Sayori, en cambio, vuelve a ese círculo vicioso y piensa que quizá perdió cada una de sus oportunidades para ser feliz.

𝙏𝙝𝙞𝙨 𝘿𝙚𝙘𝙚𝙢𝙗𝙚𝙧 ❭ 𝘚𝘢𝘺𝘰𝘳𝘪𝘬𝘢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora