Capítulo V: "La Paranoia"

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Julio se encuentra caminando solo por las calles de la ciudad, con las manos en los bolsillos de su abrigo y la mirada estando en dirección al piso, pensaba que ese demonio que iba detrás de él podría aparecer de repente y causarle algún daño.

Pensó que como era algo paranormal lo que lo perseguía, tal vez podría hacer que solo fuese el quien pudiera llegar a verlo, por eso, cada vez que tenía que cruzar la calle, miraba más de dos veces antes de hacerlo, aunque no hubiese autos por donde él iba a cruzar.

Caminando frente a varios edificios se topa con uno donde se encuentra un hospital psiquiátrico y decide liberar sus preocupaciones con algún psicólogo.

Por suerte para él una psicóloga se encontraba libre y pudo atenderlo inmediatamente.

—A ver, dígame, ¿qué lo trae por aquí? —pregunta la psicóloga a Julio, cuando éste se acuesta recarga en un sofá largo.

—Un demonio me persigue.

—No creo yo te pueda servir de mucho, pero si hablar de eso te ayuda, adelante.

Julio comienza a contarle todo. Los sueños, los ruidos, todo. No omite nada, pero por un momento se queda callado, piensa y, al parecer entra en la alucinación.

Grita. Enloquece y, sentándose en una esquina del consultorio, con las rodillas levantadas, la cabeza entre ellas y rascándose con fuerza los cabellos.

La doctora, no sabiendo lo que le pasa, pero viendo que entró en la locura, pide a dos de los enfermeros que lo lleven rápido al cuarto de retención de pacientes con problemas mentales, que es una habitación con paredes blancas acolchonadas.

Mientras los enfermeros lo cargaban, Julio soltaba patadas y seguía gritando que lo dejaran en paz. Contando la realidad aún en su cabeza ni en donde estaba, había o pasaba algo, pero tanta era la paranoia que prácticamente se estaba volviendo loco.

Ya estando encerrado en el cuarto empieza a escuchar la voz del demonio nuevamente. Este le comienza a decir que sin importar qué hiciera, su alma sería de él. Que lo devoraría de adentro hacia fuera y que disfrutaría cada momento mientras lo hace.

Desesperado y teniendo miedo de caer en la demencia, Julio se levanta y camina por la habitación, da fuertes puños en las paredes, pero no le pasa nada claro, porque las paredes están acolchonadas.

Detiene su desesperación, se queda mirando al vacío y de repente se desmalla, pero antes de cerrar los ojos por completo, la cara del demonio, horrible y espeluznante, se posa frente a la suya. Es ahí cuando entonces, se desmaya.

Pasaron horas y él seguía desmayado. Nadie se dio cuenta de que se encontraba así.

En eso...

Las 3.33: La Hora del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora