Capítulo 8

721 68 17
                                    


Los días pasaron con rapidez, más de la que a Cyara le hubiera gustado. Hace nada había sido Halloween y ahora ya estaban a tan solo unas semanas de celebrarse Navidad, o lo que más mariposas le ponía en el estómago: estaba a días de casarse.

Diciembre había llegado y con él un manojo de nervios que la rubia no sabía como controlar. Layla se llevaba la mayor parte de su tiempo y el restante lo dedicaba a su nuevo proyecto, su futuro marido estaba ahí en casa osado que daba para hacerlo todo más ameno, era una gran ayuda aunque él pensase lo contrario.

—Necesito que te calmes —pidió él, mirándola desde la puerta de su habitación.

—Y yo necesito que nuestra hija deje de llorar.

Layla, como si estuviera escuchando la conversación, rompió a llorar en un tono más elevado. Las lágrimas ya casi no caían por su rostro pero los gritos estaban presentes.

—No es mi culpa que sea igual de dramática que la madre —habló mientras dejaba que la pequeña cabeza de su hija descansase en su pecho.

Cyara quiso reclamarle y decirle que le dejaría la camisa húmeda, pero perdía el tiempo, no iba a hacerle caso y menos en algo como eso. Conocía lo suficiente a Christopher como para saber que esa era la menor de sus preocupaciones. Desvió la mirada de ellos al espejo para mirarse en el reflejo de este. De nuevo no le gustaba lo que veía y esa sensación era una mierda.

—No pongas esa carita —advirtió.

—Es que me veo...

—Jodidamente hermosa —interrumpió, continuando así su frase—. La maternidad te ha sentado de maravilla, deja de pensar lo contrario porque solo estás ganando que te azote el culo cuando volvamos a casa.

—Sádico —bufó en su dirección.

—Masoquista —burló en respuesta.

La rubia lo ignoró, no iba a empezar una discusión, aunque ganas no le faltaban, y buscó el perfume de CH que solía usar en contadas ocasiones. Echó en sus muñecas para después frotar la una con la otra y finalmente roció también un poco por su cuello. Volvió a mirarse al espejo y esa vez intentó centrarse en cómo lucía de manera positiva. El blanco le sentaba bien, quizá demasiado bien. Resaltaba su tono de piel, su color de pelo e incluso sus ojos. Tomó la americana para cubrirse, se le erizaría la piel de los brazos si salía a la calle de tal manera, el vestido era corto y no tenía mangas. Ni siquiera pensó en que era diciembre, ¿que más daba?

—Verte de blanco es una fantasía —susurró el dominante, Layla se había quedado callada hacía no demasiado, la cercanía de su padre la relajaba—. ¿Verdad, angelito menor? Mami está guapísima, ¿eh?

Los ojos verdes de la menor buscaron los de su madre e inevitablemente sonrió, achinando sus ojos en el proceso. Extendió sus brazos hacia ella en señal de "mamá, quiero que me cargues ahora" y ella lo entendió a la perfección porque camino hasta allí solo para tomarla en sus brazos.

—Quizá mañana no digas lo mismo.

—Mañana voy a enloquecer cuando te vea con el vestido de novia, ángel —aseguró sonriéndole. No sabía como imaginarse a Cyara con un vestido largo blanco. ¿Recurriría a lo tradicional? ¿Buscaría un diseño más moderno?

—¿Vas a llorar? —cuestionó alzando sus cejas—. Es precioso ver a los novios llorar, ¿sabes?

—No voy a llorar —mintió, si ya casi con imaginárselo las lágrimas picaban en sus ojos no quería verse mañana—. No soy un sensible.

Clara realidad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora