Medianoche, mediodía

Tercera parte

Mi madre me habla a lo lejos. Mi hermana pequeña me despierta gritándome en el oído. Aun se queja por no haber ido a la fiesta. Mi madre vuelve a hablarme.

Me apresuro a bajar. Ella me recibe con una sonrisa, aunque luce nerviosa, quizá hasta preocupada. Me interrumpe el saludo y me insiste que desayune y me arregle rápido. Su impaciencia me quita el sueño y me llena de preguntas, pero las ignoro y me dispongo a obedecer.

El mediodía es anunciado por el búho del vestíbulo. Suaves toques en la puerta principal me hacen levantarme de la silla. Mi madre entra a vestíbulo, apresurada, alisando sus faldas en cada ocasión que tiene. Al abrir la puerta, mi padre y mi hermano salen del estudio para recibir a la visita.

Al único que puedo ver es a él. Sus padres lo siguen, pero toda mi atención, así como mi corazón, son para él. Los saludos transcurren y yo solo puedo pensar en lo cerca que esta, lo peligroso que es, su aroma me envolviéndome a la luz del sol. Me siento inquieta, temerosa de cualquier descuido.

Todos pasa al estudio y mi madre me toma del brazo, forzándome seguirla al comedor. Siento mi pulso latir con fuerza. La adrenalina que siento comienza a afectarme. Acostumbrarme a verlo a lo lejos, del otro lado de un salón, ha hecho que su presencia solo sea concebida en la oscuridad. La sensación es aun mas prohibida que antes y temo ser descubierta.

No pasa mucho tiempo antes de que mi padre llame a mi madre. Ella me toma del brazo antes de que pueda sentarme nuevamente. De algún modo, estoy en el estudio.

De algún modo, él está de rodillas frente a mí. Me explican el ventajoso matrimonio que mis padres han acordado para mí.

Él me sonríe.

De algún modo, su sonrisa abierta, frente a mis padres y sus padres, a plena luz del día, me decepciona.

De algún modo, lo que siento no es alegría ni entusiasmo.

Desilusión y aburrimiento toman el lugar. Busco su mirada, confundida.

Y lo que veo es que los ojos de él me devuelven el sentimiento.