La casa era hermosa. Consistía en un departamento de dos pisos, con una blanca cocina, un baño, un lindo comedor y una pequeña pero pintoresca habitación con vista al río. Justo allí, en la parte trasera de la casa, había un amplio balcón con un silloncito colgado del techo y una larga variedad de plantas, que venían desde los lindos y verdes helechos hasta las elegantes y femeninas amapolas. Justo debajo de la rosa central se encontraba una pequeña mesita con todo tipo de caracolas del río frente a mis ojos.
-Gracias por dejarme quedar aquí, Harry. No sabes de cuanto me haz salvado- repetí por enésima vez desde que habíamos puesto un pie en aquel vecindario. Era un bonito barrio inglés en alguna de las tantas localidades de la ciudad.
Él sonrió, mostrándome sus dos perfectos hoyuelos, y se dejó caer sobre el sillón azul marino de la sala.
-No hay de qué. Aparte, entre extranjeros hay que ayudarse- rió- lo dice la Ley del Migrante-
Yo solo me dispuse a asentir con la cabeza y dejar mi bolso al lado de la puerta de entrada, sobre la alfombra de terciopelo rojo, junto al ventilador de pie.
-Siempre me ha gustado la decoración de los británicos, es muy sofisticada pero a la vez puede también ser jovial y divertida. Como los ingleses- acoté mientras él encendía la televisión.
Harry me miró con una sonrisa medio hipócrita/medio en broma en su cara.
-Concuerdo contigo Charls- sonrió-concuerdo contigo.
-----o-----0-----O-----0-----o-----
Era martes por la noche, ya habían pasado dos días desde que me subí al avión, dos días desde que conocí a Harry, sólo uno desde que me mudé al otro lado del mundo y tan sólo dos horas desde que estoy sentada en un taburete de alguna disco latina. He perdido a Harry hace ya media hora, se ha ido con una despampanante y bonita mujer de un metro cincuenta y cara de Megan Fox venezolana, aunque asegura ser de Colombia. Y, a juzgar por su acento, estaba segura de que era de Caracas.
Un muchacho se acercó a mí alrededor de unos quince minutos luego de haber terminado mi cuarta copa del vodka de vainilla que había pagado. Era alto y de piel bronceada y tenía una pequeña argollita en su labio inferior. Este era tan fino que creías que si tirabas del aro se cortaría. Y eso lo pude comprobar unos ocho minutos después, mientras nos besábamos tan apasionadamente que seguro alguna chica del local me tendría envidia, pero por suerte nada pasó, la argolla nunca se enganchó y su labio no se cortó por nada más que no fueran mis dientes sobre él, haciendo fuerza mientras gemía ante el tacto de sus manos por todo mi cuerpo.
-Charlie, tenemos que irnos- me dijo Harry cuando llegó a nuestro lado.
Yo simplemente lo ignoré, no pararía de besar a este hermoso hombre solo porque el me lo dijera.
-Charlotte, ahora- bramó- o te quedas de patitas en la calle.
<<Ugh, pesado>> había pensado segundos después de su orden. Solté mi agarre del cuello del rubio frente a mis ojos entrecerrados y lo besé por última vez antes de pedirle su número y prometer que le llamaría luego. Con Styles salimos de la disco y buscamos su coche, pero no fue hasta que me subí en el que noté que ya había alguien adentro.
-¿Y esta que hace aquí?- grité.
ESTÁS LEYENDO
Paris
FanfictionA sus diecisiete años de edad Charlotte decide mudarse a Paris, Francia y embarcarse de lleno en su deseo de dedicarse al mundo de la moda y el glamour. ¿Qué pasará en su largo y excitante viaje? Lee y verás.