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Kuroo comía de su onigiri con bastante fuerza, como si este fuera un enemigo que debía de ser aplastado de inmediato. Cualquiera que lo viera, pensaría que tenía algo contra su almuerzo o que tenía un mal día. Solo pocos entenderían la razón detrás de su molestia.

— ¿Crees que esté bien? —Lev susurró discretamente a un distraído Kenma por el aparato entre sus manos.

El teñido miró por encima de su juego, y se encogió de hombros, como si ya hubiese presenciado aquella actitud en el pasado.

Por el otro lado, Yaku tenía una sonrisita entretenida y de vez en cuando observaba a todos los chicos de primer año que no entendían la razón detrás de sus actos. Mientras que Fukunaga y Kai negaban con la cabeza, comprendiendo el comportamiento de su capitán.

Una chica alta, de lindos ojos y cabellos largos oscuros se acercó al grupo; justo después de despedirse de un muchacho castaño, con el cual llevaba un buen rato conversando, y quien no paraba de dirigirle sonrisitas coquetas.

— ¡Hey! —saludó con una bonita sonrisa, que provocó que los menores y Yamamoto le respondieran de inmediato con corazones en el aire ante su llegada.

Y es que Sano Sakura era hermosa. Había muchas descripciones para ella, comenzando desde su tan ensoñador físico, o incluso su carismática personalidad. Era alguien bastante popular en la preparatoria Nekoma, todo gracias a destacar en Atletismo, deporte que le había otorgado bastantes medallas a la escuela y que la hicieron una de las mejores en este ámbito, sobre todo en los circuitos de velocidad donde pocas veces perdió.

— ¿Cómo está Sakura-senpai? —Yamamoto preguntó tímidamente y con un leve rubor en sus mejillas.

—Mejor que nunca —le guiñó un ojo, levantando un pulgar en señal positiva.

Los demás observaron cómo la pelinegra se acercó sigilosamente detrás de un distraído Kozume Kenma y, sin avisar, le arrebató la consola de juegos que tenía entre sus manos.

—Dijiste que dejarías de jugar al menos dos horas al día, o cuando almorzáramos todos —le regañó cual una madre.

Kenma la escaneó con la mirada y asintió sin protestar, para sorpresa de los menores.

— ¡Excelente! —aplaudió Sakura, sacando de su lonchera un par de bentos y extendiéndole uno al rubio frente suyo—. ¡Traje mucha comida!, mamá me dijo que te diera un poco, dice que no aguantarás los entrenamientos —le mostró el contenido—, ¡y mira!, hizo bolas de arroz en forma de lindos gatitos, ¡te encantarán!

Kenma lo aceptó, agradecido y con una sonrisa de boca cerrada; dándole el primer bocado a una bola de arroz.

— ¡Hey, Kuroo! —Sakura le llamó—. ¿También quieres?

El chico negó, mostrando su almuerzo—. Compré onigiris, florecilla.

Entonces los menores los miraron confundidos, ¿florecilla? ¿Estaban saliendo o por qué le decía un apodo tan íntimo?

Sakura sacó de su lonchera una cajita y se la extendió al mayor con una sonrisa.

—Menos mal que compré dos cajitas de leche de banana cuando venía temprano.

—Es bueno tenerte cerca —Kuroo la miró con un brillo peculiar y sin rastro de aquel malhumor que fue una simple pasada.

Sakura rio, negando con la cabeza—. No es nada, tonto. Ahora tómalo o se lo daré a Yaku.

Con esas palabras el chico abrió la cajita de inmediato.

— ¿Y quién era ese chico con el que hablabas, Saku? —Yaku le preguntó con una sonrisita de por medio.

Sakura sonrió—. Oh, el capitán del equipo de atletismo masculino.

— ¿Y qué quería? —Kuroo alzó la ceja, intentando aparentar que no le molestaba que ese tipo se acercara a su tan querida mejor amiga.

—Solo quería que almorzara con él y acompañarme en la salida a casa —tomó un trago de su leche de banana—, pero lo rechacé.

— ¿Por qué? —Kenma la observó.

—Porque le gusto y no quería darle ilusiones.

Kuroo casi escupe su bebida, ante su comentario. Sabía que ese don nadie se traía algo entre manos, no obstante, en ese momento no le satisfacía haber tenido la razón; de hecho, tenía una sensación de fuego en su pecho.

—Además —la chica frunció sus labios—, nunca almorzaría con otros que no sean ustedes, o Usagi —dijo mencionando a su amiga y compañera de clase, quien no estaba presente debido a que fue a estudiar a la biblioteca— Y bueno, ¡¿quién cuidará a Kenma en camino a casa?! Simplemente no —movió sus brazos en una cruz.

—Kuroo podría hacerlo, de hecho, lo hace cuando tienes competencias en otras prefecturas —Yaku agregó.

—No es lo mismo —Sakura hizo una mueca.

—Me manda mensajes pidiendo por su estado cada hora —comentó Kuroo, aclarándose la garganta en el acto—. A veces creo que quieres más a Kenma que a mí, florecilla —le reprochó.

Sakura negó, riendo—. Es diferente, no te tengo que estar cuidando.

Técnicamente he intentado coquetearte por mensajes de texto de forma anónima porque eres un estúpido ciego y, yo una cobarde, pensó la chica.

—Pero, senpai —Lev llamó a la única chica— Kenma no es un bebé —le señaló, como si fuese algo obvio.

El semblante de Sakura cambió por completo a una más serio, provocando que el hāfu se asustara por su reacción

— ¿Tienes algún problema, cariño? —preguntó dándole una mala mirada.

—Pa-para nada, senpai —Lev dijo de inmediato, con un toque asustadizo.

— ¡Menos mal! — Sakura volvió a sonreír y soltó una carcajada.

La pelinegra observó a Kenma y, sin preguntar, le puso una servilleta sobre su mejilla para limpiarle el pequeño rastro de arroz que dejó al comer, para después apretarla con ternura. Ninguno comentó nada, era un poco obvia la sobreprotección y cariño que Sakura le tenía al menor.

—Se lo merecía —Yaku comentó en voz baja, pero lo suficiente para que Kuroo escuchara.

—Creí que le habíamos dejado claro que no comentará nada sobre cómo Saku trata a Kenma —le siguió Yamamoto.

Kuroo repasó su mirada sobre ella.

No estaba celoso (PARA NADA) pero por un momento —solo por uno mínimo— deseó estar en el lugar de Kenma.



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𝗰𝗼𝗺𝗲 𝗵𝗼𝗺𝗲 ; tetsurou kurooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora