C a p í t u l o u n o

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Se escucha otro golpe y esta vez el piso tiembla

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Se escucha otro golpe y esta vez el piso tiembla. ¿O es su cerebro rebotando contra su craneo? Bajo broza tonada, su cabeza palpita amenazante y su pecho revolotea de arriba a abajo, tal cual ave en la desesperación del aislamiento.

Lo sabía, sabía que visitar el club de natación de su secundaria era una pésima idea. Los chapuzones nocturnos suponían el descanso ideal que el pasado de Misanabi necesitaba para dar tregua, más tiempo fuera de casa; alivio implacable. Pero con el tiempo dos horas y treinta minutos se volvieron el rotundo catalizador de sus miedos. Lo que fue rigiéndose en ella era el látigo de la desgracia y despojada del poder de la protesta, este vocifero su sentencia.

Te hundirás, lo harás hasta que sientas desfallecer y finalmente colapsarás.

Eso sucedía porque fue una mala hermana. Y si fue así, también era una mala hija; mala nieta, sobrina, prima y amiga. ¡Ah! Pero si lo veía así, entonces no era nada. Sí, ella es nada, totalmente vacía.

Sin embargo ahí estaba de nuevo, y aunque el agua distorsiona la silueta, no pasa demasiado para darse cuenta que Daida está acostada sobre el sello de su muerte: la piscina escolar.

No sabe si fueron sus largas pestañas o el rosaceo bajo las ojeras lo que terminó por sacudirla. No obstante Misanabi se encuentra reparando en detalles imperceptibles, como el violeta postrado en sus uñas y la palidez propia de una tumba incrustada en sus muñecas, tan traslúcidas que puede ver sus venas. En un segundo flota más cerca y puede observar sus pupilas dilatarse y comprimirse en sus ojos grisáceos. Cae de lleno e intenta arrastrarse, y se halla con el borde de su vestido; sabe a quien le pertenece, ha repetido esta pesadilla por tantos años que no reconocer la presencia de su madre y padre le parece absurdo.

Tienes que nadar, Misato.

Obedece antes de que dejemos de quererte, Nabi.

Es increíble como su mente maquila y transcribe exactamente esa maldita, tenebrosa y rigurosa voz. Pero a esas alturas, no recuerda haberse acostado.

No quiere nadar nunca más, el temblor de sus manos lo confirman. No quiere sumergirse en el agua jamás, porque su hermana yace ahí. No, no, no. Ella está muy asustada, siempre lo ha estado.

Pero ambos adultos sostienen su hombro. ¿Es verdad que los padres pueden dejar de querer a sus hijos? ¿Así de fácil? Recuerda que en las clases de primaria, la maestra decía que esa posibilidad puede ser rotunda certeza, ejemplificado en hembras que rechazan a sus crías hasta el punto de devorarlas. ¿Es lo que planean ellos? Devorarla, así como lo hicieron con Daida. No, no puede creerlo. Pero la sensación de dar un paso en falso que podría arruinar su vida a como la conoce ciega a la chica, ensordeciendola de toda claridad.

Ellos lo hacen por amor.

Esta vez la voz proviene de la piscina. Navega y se encarga de envolver la viveza de Nabi bajo su seno. Esta se aferra a las piernas de sus progenitores como si su existencia dependiera de ello, que es lo más probable que suceda a continuación. Inhala e inhala más, pero sus extremidades no responden, sus pulmones solo se llenan al diez por ciento y el agitamiento le arrebata el poco oxígeno que decide entrar en ella.

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⏰ Última actualización: Dec 09, 2021 ⏰

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